El arcano en el Edén
En el Edén solo reina la castidad. En el Edén la sexualidad es tan pura como la Luz de los Elohim.
Sin embargo, en el Edén también existe el acto sexual. Plantas y flores, árboles, Dioses, aves y reptiles, animales y hombres, todo sale del sexo. Sin el sexo es imposible toda creación.
Las plantas tienen cuerpo, alma y espíritu como los hombres. Las almas vegetales son los elementales de la naturaleza. Toda planta, todo árbol, toda hierba, tiene su individualidad particular. Cada Planta es una individualidad de cuerpo, alma y espíritu.
Estos son los Ángeles inocentes del Edén. Estos son los elementos del Eden. Estos elementos se organizan en familias vegetales que los botánicos clasifican con nombres latinos.
La magia vegetal nos enseña a manipular los elementos de las plantas. Estas familias vegetales, tienen en el Eden sus templos y sus Dioses. Los Dioses del Edén son los Reyes Elementales de la naturaleza. Ninguna planta podría dar fruto sin el amor y sin el sexo. Los elementales de las plantas también saben amar.
El lecho nupcial de estos seres inefables del Edén, esta formado por las raíces de las plantas y árboles. Los elementales de las plantas se unen sexualmente, pero saben retirarse a tiempo, para evitar la eyaculación seminal. Habiendo conexión sexual siempre pasa la semilla a la matriz, sin necesidad de eyacular el semen.
Así queda fecunda la hembra y la vitalidad interna fecundada hace brotar el fruto. Las combinaciones de la sustancia infinita son maravillosas. El éter de la vida sirve entonces de instrumento para la reproducción de las plantas. El éter químico permite las transformaciones vegetales, se trasmutan, asocian y disocian los elementos químicos y la planta se llena de ricos frutos. Así brota la vida. El éter luminoso tiñe de colores inefables las flores, frutos y todas las cosas, todo resplandece bajo la luz del sol.
El éter reflector es entonces un espejo inefable donde la naturaleza se recrea. Así surge la vida de entre las entrañas del Edén. Las montañas en el Edén son azules como el cielo y transparentes como el cristal. Cuando él hombre se reproducía como las plantas, vivía en el Edén.
Entonces los ríos de agua pura de vida, manaban leche y miel. El hombre parlaba el Gran Verbo Universal de Vida, y el fuego, el aire, el agua y la tierra, le obedecían. Toda la naturaleza se arrodillaba ante el hombre y le servía, porque el hombre no eyaculaba su licor seminal. El hombre se unía sexualmente a su mujer, y se retiraba antes del espasmo para evitar la eyaculación seminal.
Durante el acto sexual las jerarquías lunares solo utilizaban un espermatozoide para la reproducción de la especie; un espermatozoide fácilmente se escapa de nuestras glándulas sexuales, sin necesidad del derramar el semen. Así la hembra queda fecunda y brota la vida. Esta es la Inmaculada Concepción.
En el Edén mora una virgen inefable relacionada con la constelación de Virgo, este ser trabaja con los rayos de la Luna: es la Inmaculada Concepción. Es un Elohim Primordial del paraíso. Aquellos que vuelven al Edén lo conocen, porque este Elohim purísimo gobierna la inmaculada concepción. Bendito sea el Amor. Dios resplandece sobre la pareja perfecta.
Le preguntan al Maestro, ¿A usted no le da pena abordar el tema sexual tan escuetamente, no se avergüenza de que lo tachen de pornográfico?
R. Al que debiera darle vergüenza es a usted por hacerme esa pregunta. Esa pregunta me revela a las claras que usted debe ser un fornicario, pues para el puro todo es puro y para el impuro todo es impuro. Si a mí me diera vergüenza tratar sobre los problemas sexuales, ello denotaría a las claras que yo también estaría sucio internamente, mas como estoy limpio, hablo con la naturalidad con que puede hablar un niño sobre lo que es natural. ¿Y qué?
Respuestas dadas por Samael Aun Weor
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