El fuego
Con la materia de la Piedra bendita vamos a trabajar, con el fin de perfeccionar nuestros cuerpos internos.
En las minas vemos como los elementos groseros se van transformando con el calor, hasta convertirse en Mercurio. Vemos en las minas el Fuego, transformando las grasas de tierra, en azufre.
El calor, actuando sobre estos dos principios, engendra, según su pureza o impureza, todos los metales de la Tierra.
Por medio de la cocción incesante, la Naturaleza produce y perfecciona todos los metales de nuestro planeta Tierra.
Rogerio Bacón dijo lo siguiente: ¡Oh, locura infinita! ¿Quién lo preguntó, quién nos obliga a querer hacer la misma cosa con la ayuda de procedimientos raros y fantásticos?.
Ciertamente, queridos hermanos, es muy cierta aquella frase de Rogerio Bacón: Naturaleza contiene a Naturaleza, Naturaleza se alegra con Naturaleza, Naturaleza domina a Naturaleza y se transforma en las demás Naturalezas.
Los ángeles no se hacen con teorías de hombres, ni con Teosofismos, Rosacrucismos o Espiritismos. Los ángeles son naturales, no artificiales.
Naturaleza contiene a Naturaleza, y en nuestra naturaleza sexual está la Piedra Bendita, con la que podemos trabajar en nuestro magisterio del Fuego. Es preciso cocer, cocer y recocer, y no cansarse de ello.
Los viejos alquimistas dicen: Que vuestro fuego sea tranquilo y suave, que se mantenga así todos los días, siempre uniforme, sin debilitarse, si no eso causará un gran perjuicio. El Fuego se debilita y hasta se extingue, cuando el alquimista eyacula el Semen.
Entonces fracasa en la Gran Obra. Nuestro magisterio es sometido primeramente a un fuego suave y ligero, pero en el trabajo de la Gran Obra hay que ir intensificando el fuego, grado por grado, hasta alcanzar el fin.
Samael Aun Weor Capítulo 3º El Fuego del libro Tratado de Alquimia Sexual
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