San Cristóbal
Cuando queremos profundizar en el trabajo con la Piedra, dirigimos nuestra mirada a los constructores de las grandes Catedrales, libros en piedra, que nos mostraron todo el trabajo para el perfeccionamiento de la materia bruta. Así encontramos como primer emblema la figura de San Cristóbal que en muchos lugares la han hecho desaparecer.
San Cristóbal, cuyo nombre primitivo, “Offerus”, significa, el que lleva a Cristo, pero en la cábala fonética descubrimos otro sentido, adecuado a la doctrina hermética, se dice Cristóbal en vez de Crisofo: “que lleva el oro”.
Leyenda de San Cristóbal: “Antes de ser cristiano, Cristobal se llamaba Offerus; era una especie de gigante, y muy duro de mollera. Cuando tuvo uso de razón, emprendió viaje, diciendo que quería servir al rey más grande de la tierra. Le enviaron a la corte de un rey muy poderoso, el cual se alegró no poco de tener un servidor tan forzudo.
Un día, el rey, al oír que un juglar pronunciaba el nombre del diablo, hizo, aterrorizado, la señal de la cruz. ¿Por qué haceís eso? , preguntó al punto Cristóbal. “Porque temo al diablo”, le respondió el rey. “Si le temes, es que no eres tan poderoso como él. En este caso, quiero servir al diablo.” Dicho lo cual, Offerus partió de allí.
Después de una larga caminata en busca del poderoso monarca, vio venir en su dirección una nutrida tropa de jinetes vestidos de rojo; su jefe, que era negro, le dijo “¿A quién buscas?” “Busco al diablo para servirle.”-. “Yo soy el diablo, Sígueme.” Y hete aquí a Offerus incorporado a los seguidores de Satán. Un día, después de mucho cabalgar, la tropa infernal encuentra una cruz a la orilla del camino; el diablo ordena dar media vuelta.
“¿Por qué has hecho eso?”, le preguntó Offerus, siempre deseoso de instruirse. “Porque temo la imagen de Cristo.”- “Si temes la imagen de Cristo, es que eres menos poderoso que él; en tal caso, quiero entrar al servicio de Cristo.” Offerus pasó solo por delante de la cruz y continuó su camino. Encontró a un buen ermitaño y le preguntó dónde podría ver a Cristo.
En todas partes, le respondió el ermitaño. No lo entiendo dijo Offerus; pero, si me habéis dicho la verdad, ¿qué servicios puede prestarle un muchachote robusto y despierto como yo? Se le sirve respondió el ermitaño con la oración, el ayuno y la vigilia. Offerus hizo una mueca. ¿No hay otra manera de serle agradable?, preguntó. Comprendió el solitario la clase de hombre que tenía delante y, cogiéndole de la mano, le condujo a la orilla de un impetuoso torrente, que descendía de una alta montaña, y le dijo:
Los pobres que cruzaron estas aguas se ahogaron; quédate aquí, y traslada a la otra orilla, sobre tus fuertes hombros, a aquellos que te lo pidieren. Si haces esto por amor a Cristo, Él te admitirá como su servidor. Sí que lo haré, por amor a Cristo, respondió Offerus. Y entonces se construyó una cabaña en la ribera y empezó a transportar de noche y de día a los viajeros que se lo pedían.
Una noche, abrumado por la fatiga, dormía profundamente; le despertaron unos golpes dados a su puerta y oyó la voz de un niño que le llamaba tres veces por su nombre. Se levantó, subió al niño sobre su ancha espalda y entró en el torrente. Al llegar a su mitad, vio que el torrente se enfurecía de pronto, que las olas se hinchaban y se precipitaban sobre sus nervudas piernas para derribarle. El hombre aguantaba lo mejor que podía, pero el niño pesaba como una enorme carga; entonces, temeroso de dejar caer al pequeño viajero, arrancó un árbol para apoyarse en él; pero la corriente seguía creciendo y el niño se hacía cada vez más pesado.
Offerus, temiendo que se ahogara, levantó la cabeza hacia él y le dijo: Niño, ¿por qué te haces tan pesado? Me parece como si transportase el mundo. El niño le respondió: “No solamente transportas el mundo, sino a Aquel que hizo el mundo. Yo soy Cristo, tu Dios y Señor. En recompensa de tus buenos servicios, yo te bautizo en el nombre de mi Padre, en el mío propio y en el del Espíritu Santo; en adelante, te llamarás Cristóbal. Desde aquel día, Cristóbal recorrió la tierra para enseñar la palabra de Cristo.”
Santiago de la Voragine. Esta bella leyenda nos habla del Mercurio (la Piedra) y su transformación hasta convertirse en la Piedra al servicio del Cristo, que es el mismo Cristo. Estudiando esta leyenda comprendemos mejor la gran importancia del símbolo de San Cristóbal, es el azufre solar (Cristo), el oro naciente, levantado sobre las ondas mercuriales y elevadas a continuación, por la energía propia del Mercurio, al grado de poder que posee el elixir. Es también este Mercurio el que tiene la propiedad de elevar a las demás partes del Ser, hasta perfeccionarlas.
“Lo importante es continuar con los procesos del germen, no dejarlos estancar, continuarlos, hasta que de todo esto resulte, mediante las sucesivas transformaciones sexuales, el Hombre Auténtico, el Hombre Solar, el SAN CRISTOBAL. ¿Saben ustedes qué es el San Cristóbal? CRISTO-BAL, CRISTO-VA: el hombre que lleva el Cristo adentro, el Cristificado.
“CRISTOFORO” deviene de una raíz que es símil de San Cristóbal, de aquél que lleva (adentro) el ORO NACIENTE. Tal Oro Naciente resulta, pues, del ascenso del Mercurio de la Filosofía Secreta. Tal Mercurio es el Ens-Séminis. Cristoforo: Aquél que ya logró, dijéramos, “lo fijo por lo volátil” (ya hablando en un lenguaje poco común). “Lo fijo” es el Sulfato, el Azufre, mejor dijéramos, de la Filosofía Secreta (el Fuego). Por lo volátil significa, dijéramos, el Mercurio Espiritual. El Azufre está representado por el Águila. El Azufre es el Fuego, la Divina Madre Kundalini, y “o volátil es el Mercurio, o sea, el Tercer Logos.
Cuando ya la Divina Madre Kundalini (la Serpiente) ha sido tragada por el Aguila, que es el Tercer Logos, entonces es la Serpiente Emplumada de los Misterios; entonces tenemos el San Cristóbal: El Hombre que carga al Cristo adentro.
Eso es lo que necesitamos: Que cada uno de nosotros se convierta en un San Cristóbal... Hago pues llegar, esta noche, el mensaje a todos los hermanos que me escuchan, y los invito a que continúen con el proceso de desarrollo de ese germen, que continúen adelante, que no lo dejen retroceder, que lo sigan transformando, hasta que quede el Hombre Solar...
Se dice que SAN CRISTOBAL, dijo: ¡Voy a servirle al hombre más poderoso de la Tierra!... Supo de un Rey, y allá fue a dar. Señor, me dijeron que tú eras el más fuerte hombre de toda la Tierra. Vengo a servirte... El Rey lo nombró, pues, su esclavo; lo hizo esclavo. Pero un día vio que el Rey temblaba ante algo, y se le impertinaba. Entonces le dice el esclavo: Señor, ¿Por qué teme? Contestó el Rey:
Porque tengo temor al Diablo. ¡Entonces el Diablo es más? poderoso que tú! Se alejó él de allí, y yendo por un camino vio un grupo de jinetes en sus cabalgaduras. Había uno que los dirigía, el jefe, es era Diablo. ? San Cristóbal le dijo: ¿Tú eres el Diablo? Responde el jinete: Sí, yo soy. Me dijeron que tú eras el más poderoso y quiero servirte. ¡Sígueme! le dijo el Diablo. Y entró al servicio del Diablo.
Pero sucedió que mucho más tarde vio que el Diablo temblaba ante una cruz. Claro, le preguntó el hombre al Diablo. Y, ¿por qué tiemblas? ¿Por qué temes? Dijo: Porque yo le temo al Cristo. ¡Ah! Entonces el Cristo es más fuerte que tú. Sí, es más fuerte. ¡Pues me voy a servir al Cristo! Andando por esos caminos encontró a un monje.
¿A dónde vas? Le dijo el monje. Respondió San Cristóbal: ¡Voy en busca del Cristo, porque me han dicho que es más poderoso! El monje le dijo: Mira, si quieres servir al Cristo, ¿ves ese río? Dijo: Sí. Pues pasa la gente al otro lado, ¡haz algo por la pobre gente! Ahí no hay barcos, ni nada y con tu fuerza puedes ayudar a pasar gente.
Y San Cristóbal se dirigió al río, y anduvo durante algún tiempo pasando gente de una a la otra orilla. Pero un día vino un niño. San Cristóbal alzó al niño, intentó pasarlo a la otra orilla, pero el niño pesaba terriblemente; así que San Cristóbal impaciente le dijo: Pero niño, no te pongas tan pesado.
Entonces el niño respondió: Yo soy más pesado que el mundo entero. ¿No dijiste qu querías servirle al Cristo? ¡Yo soy Jesús, el Cristo! Claro, San Cristóbal quedó perplejo. Pasó al niño al otro lado, lo puso sobre una piedra, y un monje con una lámpara, tomó al niño entre sus manos... San Cristóbal cargando al niño es un símbolo del Mercurio, dentro del cual se debe formar el Oro Puro, el Oro del Cristo. La oveja cargando su vellón, es otro símbolo de lo mismo.
SAN CRISTÓBAL REPRESENTA, precisamente, AL MERCURIO. Aquel Ángel del Apocalipsis con un pie en la tierra y otro sobre las aguas, y un librito en sus manos levantando al cielo la mano diestra y jurando, y rodeado de un arco iris, no es otra cosa sino el mismo Mercurio.
Samael Aun Weor.
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