Continuación de la conferencia en Hermosillo
Inicio de la conferencia que diera el Maestro Samael Aun Weor en Hermosillo México
Un puñadito de Hombres nada más, fue suficiente como para producir el apagón de Nueva York. Recuerden ustedes mis queridos amigos el caso aquel del el apagón de Nueva York. Realmente dos naves cósmicas aparecieron en el espacio vital de los EE.UU., entonces la fuerza armada envió contra ellos aviones muy bien armados con ametralladoras y cohetes atómicos, etc.
Las naves flotaron en el espacio, serenas y cuando se vieron ametralladas se separaron. Una se perdió en el firmamento, la otra descendió muy suavemente sobre una torre de la energía eléctrica, entonces vino el apagón de Nueva York, que fue extraordinario.
El tránsito se interrumpió, hubo muchos accidentes, las gentes parecían como locas por las calles y avenidas de esa ciudad de los rascacielos. Se investigó de inmediato con cerebros electrónicos a ver dónde estaba el daño, más no se halló, no hubo daño de ninguna especie y sin embargo, la luz se apagó, llenos de desesperación los generales de los EE.UU., dijeron: “he aquí el talón de Aquiles de la poderosa nación norteamericana”. Realmente, ¿de qué le servirían todos sus cohetes si no tiene en realidad de verdad energía eléctrica? Los extraterrestres, un grupo de Hombres, de Hombres Reales en una nave cósmica, pero lo suficientemente fuertes como para paralizar a los EE.UU., y a una parte del Canadá; así es el Hombre, es Rey y Señor, tiene poder como está escrito, sobre la Naturaleza entera.
Otra cosa es el animal intelectual, él no tiene ese poder, es víctima de todas las circunstancias, es débil, nace, muere, pelea, sufre, llora, es un infeliz. Necesitamos que dentro de nosotros nazca el Hombre y eso es posible mediante el Amor, mediante la mujer, mediante el acto sexual.
Ha llegado la hora en que nosotros dejemos para siempre de profanar el sexo, con revistas pornográficas, la lujuria, la forma como se mira el sexo, como si fuera en realidad de verdad algo inmundo, causa horror. Un Hombre Real nunca profanaría el sexo, un Hombre Real sabe que el sexo es sagrado, sabe que esa fuerza maravillosa puso en existencia el Universo, sabe que el día que dejara de fluir esa energía sexual en la Naturaleza, las plantas dejarían de reproducirse, los animales dejarían de reproducirse, desaparecería todo lo que existe, la Tierra se convertiría en un desierto; entonces, ¿por qué hemos de ver en el sexo la morbosidad? ¿Por qué hemos de escupir en el santuario sagrado del Amor? ¿Por qué hemos de mirar con lujuria lo que es sagrado, la cópula química o metafísica?
Reflexionemos un poco, ha llegado la hora de reflexionar, ha llegado la hora en que nosotros debemos aprender a transmutar el Esperma Sagrado en Energía Creadora. Desgraciadamente el mundo ha entrado en el ciclo involutivo, descendente; actualmente hay países donde la homosexualidad se ha extendido en forma alarmante.
Hay un país por ahí donde el 95% de los seres que viven son homosexuales y lesbianas, así el mundo ha entrado por la vía involutiva descendente, la auténtica masculinidad se está perdiendo, los varones ahora tienen tendencia a feminizarse y las mujeres tendencia a masculinizarse. Es necesario que la mujer regrese al hogar, que sea la reina del hogar, que instruya a sus niños, es necesario que el hombre reconquiste sus valores varoniles y que se exprese con la potencialidad del varón. El hombre debe ser bien hombre y la mujer debe ser mujer de verdad.
Ha llegado el instante de comprender que nosotros debemos aprender a transmutar, para que los gérmenes del Hombre se desarrollen dentro de nosotros mismos aquí y ahora. Está haciendo el Sol repito un gran ensayo en estos momentos en el laboratorio de la Naturaleza, quiere crear Hombres Solares.
Cualquier raza humana que exista sobre la faz de la Tierra no tiene sino un objetivo: servir para el experimento del Sol, un experimento muy difícil, porque si nosotros no cooperamos con el Sol es imposible que dentro de nosotros pueda nacer el Hombre. Si no cooperamos con el Sol, fracasamos. Desgraciadamente la humanidad se ha vuelto espantosamente mecanicista, lunar, en estos tiempos se está perdiendo todo interés por las ideas solares, ahora las gentes no piensan sino en cuentas de banco y celuloides, desafortunadamente aquel encanto del Amor parece huir, ahora los matrimonios solo piensan en cuentas de banco y celuloide, cálculos aritméticos y eso es todo.
En Rusia ya no quieren casarse los jóvenes y eso es lamentable, el gobierno ruso está alarmado, ¿acaso tienen razón los jóvenes? Se les quiere pues, someter una y otra vez a tantos reglamentos, que han perdido interés por el matrimonio; en cambio la degeneración, el homosexualismo, el lesbianismo se multiplica en todos los países de la Tierra y hay dolor supremo.
Pronto habremos de ver una 3ª guerra mundial y un gran holocausto atómico, porque cuando verdaderamente no se encauzan las energías sexuales correctamente, lo único que se provoca sobre la faz de la tierra son guerras y amarguras. Todos nosotros somos los culpables de una futura tercera guerra mundial, todos nosotros estamos encauzando las energías creadoras en forma equivocada, todos nosotros hemos dejado de ver en la mujer a la belleza del Amor para convertirla únicamente en una figura pornográfica, los seres humanos de estos tiempos, se revuelcan en el lecho de Procusto, las enfermedades venéreas se extienden por todas partes, esto es infinitamente lamentable.
Aun hay países donde existe una especie de recuerdo de lo que fueron los encantos del Amor en los tiempos idos. Recordemos a las gehisas del Japón, ellas atienden a los varones con infinita decencia; su misión consiste exclusivamente en el saberlo atender, se preparan para ello durante muchos años, se tornan políglotas, etc. Cuando ellas quieren a un hombre letón, le conducen a una fuente cristalina llena de flores, le bañan, le untan con lociones y ungüentos maravillosos del mundo oriental, le veneran y religiosamente le llevan a su recamara para la cópula química, más no es el acto sexual violento, brutal del mundo occidental, va precedido de muchas ceremonias místicas, así es en el Japón.
Desafortunadamente se está metiendo en ese país el mundo occidental, y antes de poco hasta el perfume más bello del Japón habrá desaparecido. Se acuerdan ustedes que hace 30 años todavía los hombres y mujeres del Japón se bañaban desnudos, no había morbosidad, nadie sentía lujuria al contemplar al sexo opuesto, parecían niños grandes jugueteando en las playas. Mas un día llegó el general MacArtur y prohibió el baño al desnudo en las costas del Japón, aduciendo para ello, principios de moralidad. Los japoneses que nunca habían pensado en morbosidad, se miraron entonces a sí mismos y se vieron como dice el Génesis bíblico, desnudos y así como el Génesis dice que: hombre y mujer se taparon entonces con hojas de higuera, así también los japoneses se cubrieron sus carnes.
Fue desde esa época cuando comenzaron a ver lo que ellos antes no veían: malicia en el sexo, si antes lo veían con respeto, no sentían lujuria, ahora todo ha cambiado, el mundo occidental está también corrompiendo, dañando al Japón. No sé por qué las gentes quieren ver tabú, pecado, donde no lo hay, no sé porque quieren ver en el sexo algo indigno y morboso. Observemos las flores, sus órganos sexuales están en el centro que ellas levantan hacia el Sol, y muestran al astro rey sus órganos creadores, sin malicia de ninguna especie, ¿por qué habríamos de nosotros de ser inferiores a las flores? ¿Por qué no queremos comprender la santidad del sexo y del Amor? ¿Por qué no queremos entender nosotros, que el sexo, que la Energía Creadora es una fuerza maravillosa que deviene originalmente de lo divinal? del Espíritu Santo, se diría en cristianismo puro.
Desgraciadamente las gentes marchan por el camino involutivo, descendente, y la faz de la Tierra está carcomida hasta el tuétano de los huesos; la corrupción ha llegado al máximo, eso de que haya países donde el 95% de los seres humanos sean homosexuales y lesbianas resulta horrible, monstruoso, en el sentido más tremendo de la palabra.
Ha llegado la hora de entender estas cuestiones, en instantes en que me dirijo a ustedes, me acuerdo también que en Roma, las sacerdotisas del Amor, hacían de éste un culto sagrado. Hasta las mismísimas mujeres que formaban parte de las orgías en las noches atenienses, miraban al Amor con profundo respeto, nunca un hombre y mujer se tiraron en el lecho de Procusto en la forma tan brutal y despiadada como lo hace la gente del siglo XX.
Cultos sagrados diversos que practicaban hasta las mismas vestales, precedían siempre al encanto mirífico del Amor y del acto sexual; siempre se vio el sexo en los tiempos antiguos con profunda veneración, con gran respeto. Estoy seguro que si los hombres y las mujeres aprendieran a amar, el mundo se transformaría totalmente.
Y en estos instantes me viene a la memoria la Lemuria, ese viejo continente extraordinario que otrora se hallara situado en el océano Pacífico. La Lemuria estaba habitada, es claro que cuando llegó el mundo gigante: Hercólubus, (entre paréntesis, también ahora se acerca para acabar con nuestra Raza Aria) hubo entonces acontecimientos catastróficos en el viejo continente Mu. El fuego de los volcanes brotó a la superficie, por todas partes el fuego líquido quemó la faz de la Tierra, horribles terremotos y espantosos maremotos acabaron con las grandes ciudades del continente lemúrico y al fin, este, poco a poco se fue hundiendo entre las embravecidas olas del Pacífico. Restos de Lemuria son la Isla de Pascua y también la Oceanía.
Sucedió que por la época de la tercera sub-raza lemúrica, los hombres y las mujeres que se amaban, en determinadas épocas eran conducidos hasta los templos sagrados de misterios, entonces, bajo la dirección de los grandes sabios, se unían sexualmente para crear y volver nuevamente a crear.
El acto sexual en aquellos tiempos de la Arcadía, cuando los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel, era un sacramento inefable, nadie en aquellas ciudades antiguas se hubiera atrevido a realizar el acto sexual fuera del templo; hasta los reyes de las distintas ciudades amuralladas concurrían al santo lugar para copular ante el Ara. Era sagrado el acto sexual, más los seres humanos se reproducían por Kriya Sakty, el poder de la voluntad y del yoga; nadie derramaba el Esperma Sagrado, hombres y mujeres se retiraban del acto sexual sin derramar el semen, el esperma se convertía en Energía Creadora y despertaba extraordinarias facultades en aquellos hombres cíclopes.
Era otra época, ya hay aparatos en estos momentos, que van a demostrar la realidad de lo que estoy diciendo, pronto se habrán podido descomponer las ondas sonoras de la Lemuria, y transformadas ellas en imágenes van a demostrar con hechos concretos ante los televisores la realidad de estas afirmaciones. En realidad de verdad, el sexo era sagrado, cualquier zoospermo podía escaparse de las glándulas endocrinas para hacer fecunda una matriz, así venían al mundo los hijos de la sabiduría, los hijos de la voluntad y el yoga.
En aquella antigüedad los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel, todo era de todos y cada cual podía comer del árbol del vecino sin temor alguno, era la época paradisíaca, la época de los titanes, los seres humanos no habían degenerado, poseían un sexto sentido que les permitía ver el aureola de las estrellas y comunicarse con los habitantes de otros mundos.
No negamos que eran gigantes, sí, de cuatro metros de estatura, vivas representaciones de eso que tenemos nosotros en las esculturas maravillosas de Tula. Dichas esculturas se ha dicho que son atlantes, pero en verdad nos vienen a recordar a la humanidad lemúrica, a los hijos de la sabiduría, a aquellas gentes que entonces platicaban deliciosamente en el Gran Verbo Universal, que como un río de oro corre siempre bajo la selva espesa del Sol.
No existía el dolor, era la época en que la humanidad vivía en estado paradisíaco, era la época en que el que sabía también tañir la lira, cantaba con deliciosas melodías. Todavía en aquella antigua edad, la lira de Orfeo no había caído sobre el pavimento del templo hecha pedazos. Era la edad en que la humanidad se consideraba una sola familia; la mujer no sufría en el parto, gozaba cuando traía al mundo una nueva criatura. No existía el odio sobre la faz de la Tierra, no había guerras, todo era Amor y belleza espiritual.
Pero cuando los seres humanos degeneraron, cuando comenzaron a fornicar, cuando derramaron el Vaso de Hermes Trismegisto, perdieron sus preciosas facultades, y entonces salieron del Edén, esto que estoy diciendo, será algún día corroborado, cuando ciertos aparatos que actualmente se están perfeccionando, puedan captar las ondas del continente Mu y transformarlas en imágenes.
Amigos, cuando la humanidad degeneró en el mismo continente Mu, a finales de tal continente, entonces fue cuando las gentes comenzaron a reproducirse en la forma similar, como la actual, ya no concurrieron a los templos para el acto sexual, no, se reprodujeron en sus chozas, en sus casas, en sus palacios, eyaculando el Ens-Seminis y fue desde aquella época que comenzó el proceso involutivo descendente.
La Lemuria se hundió en el Pacífico y surgió la Atlántida famosa, cantada por Platón. Esa Atlántida estaba situada de Sur a Norte, tuvo una poderosa civilización, cohetes atómicos que pudieron atravesar el infinito, para descender no solamente en la Luna sino en otros planetas de nuestro sistema solar.
El alumbrado era atómico, sus carros anfibios o aéreos eran animados o propulsados por energía solar. Los atlantes, en principio tuvieron también una gran cultura espiritual, no conocieron las guerras, reinaba el Amor, los hombres y las mujeres hacían del Amor un culto, recordaban los finales de la época lemúrica y en modo alguno deseaban volver a caer en la involución.
Desgraciadamente, a finales de la Atlántida, como nosotros en estos momentos, a finales que nos encontramos de nuestra Raza Aria, degeneraron espantosamente y se entregaron también a las orgías sexuales, un día de esos tantos se produjo una revolución de los ejes de la Tierra cuando el planeta Hercólubus se acercó en el espacio estrellado, entonces los mares cambiaron de lecho y la Atlántida con todos sus millones de habitantes se hundió entre las tormentosas olas del océano que lleva su nombre.
Surgió un poco más tarde, la nueva Tierra, estos continentes donde actualmente nosotros habitamos perversos, en principio la raza nuestra fue bella, hermosa, recordemos a las gentes paradisíacas del antiguo México, recordemos nosotros en este momento, las poderosas culturas espirituales de la Meseta Central del Tíbet. Recordemos nosotros en estos momentos a la antigua Ítaca, no hay duda de que en esa época los dioses arios se comunicaban con las gentes y reinaba la felicidad por todas partes, pero los diversos ciclos históricos fueron cambiando y en estos momentos de crisis mundial, de bancarrota de todos los principios, la humanidad se precipitó definitivamente por el camino de la degeneración sexual.
Obviamente, necesitamos transformarnos, antes de que sea muy tarde; podemos y debemos nosotros dar nacimiento al Hombre dentro de sí mismos, debemos cooperar con el Sol, debemos interesarnos por las ideas solares, debemos convertirnos en Hombres Solares en el sentido más completo de la palabra. El Amor en sí mismo ha surgido desde el alba de la Creación, este mundo, este Universo brotó del Caos, mediante la fuerza maravillosa del Amor.
El Ejército de la Voz, el Ejército de la Palabra, también sabía amar, y fue en la aurora de esta Creación, dentro del mismo Caos, cuando seres inefables dieron origen al Universo actual. Obviamente, solo mediante el Amor pudo surgir esta Creación, hubiera sido imposible que pudiera surgir el Universo de entre el Caos sin la fuerza magnífica del Amor, prueba de que el Amor fue la causa de la existencia de este Universo, tenemos nosotros que el Amor fluye como ya lo dije desde el centro de cada núcleo atómico, de cada flor, de cada sistema solar y de cada galaxia.
Han venido aquí al mundo seres inefables, han venido por Amor, Gautama el Budha Sakyamuni, vino por Amor, y entregó a la humanidad un mensaje de Amor, el tenía su esposa Yasodara, él era feliz con su esposa, la amaba. Y ¿qué diremos nosotros de Quetzalcoatl? El también supo amar, y ¿qué diremos de Hermes Trismegisto, el tres veces grande dios Ibis de Thot? El amó y por eso dijo: “te doy Amor en el cual está contenido todo el sumum de la sabiduría”. Y ¿qué diremos nosotros de hombres como Krisnha? Bien sabemos cuánto amó a su esposa.
Todos los grandes iniciados que han venido al mundo han sabido amar, pero la humanidad a unos los ha envenenado, envenenado fue el Budha Gautama Sakyamuni; envenenado fue Milarepa el gran santo tibetano, envenenados fueron otros grandes iniciados, los que no fueron envenenados fueron también apuñaleados o colgados, ahorcados, desterrados, etc., como Apolonio de Tiana.
Por último se envió al gran Kabir Jesús de Nazaret y se le crucificó. Junto a los grandes líderes iluminados del pasado nunca falta una mujer, junto a Jesús, resplandece más maravillosa María Magdalena como junto a Gautama el Budha Sakyamuni resplandece formidable su esposa, discípula Yosudara. La mujer siempre ha estado al lado de los grandes hombres. Ella les ha animado, ella les ha dado ideas, ella les ha impulsado en la lucha, ella los ha levantado sobre el pedestal, ella los ha orientado para que hagan gigantescas obras.
La mujer verdaderamente en sí misma, es como ya dije el pensamiento más bello del Creador hecho carne, sangre y vida. Ella ha nacido para una Santa Predestinación, para traer hijos a la tierra, también ha nacido para transformar al hombre para hacer de él algo grandioso, nosotros debemos aprender a ver a la mujer, debemos aprender a comprenderla, resulta absurdo que nosotros le insultemos, le hiramos, le paguemos mal, ha llegado la hora de pagar, de saber pagar a la mujer con sabiduría y amor...
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