Elementos inhumanos
La eliminación total de los elementos inhumanos
En el país asoleado de Kem, en la época del faraón Kefrén, conocí personalmente cierto caso ejemplar. Se trata de un ciudadano muy religioso que jamás fabricó los cuerpos existenciales Superiores del Ser.
Aquel místico muy serio en sí mismo, creyéndose hincapaz para las ordalias de la iniciación y sabiendo el destino que le aguardaba a las almas después de cada ciclo o período de existencias, prefirió retirarse del escenario cósmico.
Aquel devoto jamás conoció el misterio indecible del Gran Arcano, pero tenía el yo y sabía que lo tenía y deseaba desintegrarlo para no retornar después de la muerte a este valle de lágrimas. Es ostensible que su Divina Madre Kundalini,
Tonanzin, Isis, siempre le asistió en el trabajo de disolución de esos elementos que constituyen el mí Mismo.
Jamás afirmaría que aquel religioso lograra entonces la eliminación total de los elementos inhumanos, empero avanzó mucho en su trabajo, y después de la Muerte del Cuerpo Físico continuó en el Más Allá con el propósito inquebrantable de no volver a este mundo.
Posteriormente, después del consabido desmayo de los Tres Días, esa alma hubo de revivir en forma retrospectiva la existencia finalizada. Concluido el trabajo retrospectivo, informado el difunto sobre el resultado de todas sus acciones tanto buenas como malas, éste continuó firme en su propósito de no retornar más.
El aullido terrorífico del Lobo de la Ley que tanto espanta a los difuntos, el Huracán espantoso de la Justicia Objetiva, las siniestras tempestades del País de los Muertos, Las innumerables parejas que copulan incesantemente, Las atracciones y repulsiones, Simpatías y antipatías, los terrores cavernarios, etc., nunca lograron hacer desistir aquella alma de su firme propósito.
La voz solemne de los sacerdotes egipcios que en vida le habían prometido ayuda, llegaba hasta el difunto recordándole su propósito...
Keb, su Padre que está en Secreto, y Nut, su Divina Madre Isis, sometieron al Hijo el difunto a la prueba final, empero el desencarnado salió victorioso. Como consecuencia de todos estos triunfos íntimos, aquel difunto ingresó dichoso en un Paraíso Molecular muy similar al de Tlaloc.
En tal región de indiscutibles delicias naturales, aquella criatura continuó con pleno éxito su trabajo sobre sí misma. Devi Kundalini, Tonanzin, Isis-María, su Divina Madre Particular, le auxilió en forma directa, eliminando de su psiquis los residuos inhumanos que aún quedaban.
Conforme el difunto iba conquistando la inocencia a medida que moría más y más en sí mismo, pasaba también por distintas metamorfosis; en principio asumió la figura inefable de una tierna doncella y por último la de una niña de tres años. Entonces, como un simple Buddha Elemental se sumergió entre el océano del Espíritu Universal de Vida, más allá del Bien y del Mal.
Obviamente aquella criatura fue sincera consigo misma, pues no sintiéndose capaz para alcanzar el Adeptado, prefirió separarse del escenario del mundo, retornar al punto de partida original, continuar como simple elemental.
Esas almas pueden reencarnarse si así lo quieren en la futura Edad de Oro después del gran Cataclismo que se avecina, para ingresar a los Misterios; empero, la mayoría de esas inocentes criaturas prefieren quedarse para siempre en estado elemental.
Cuando los Iniciados del Viejo Egipto dábamos estas enseñanzas al pueblo, nos sentábamos en grupos de a cuatro ante pequeñas mesas cuadradas; con esto alegorizábamos los cuatro estados fundamentales por los cuales debe pasar toda alma que desee retirarse de la Rueda del Samsara.
Doctrina develada por Samael Aun Weor
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