Elemental del aire

En un mundo el cual nadie se alcanza a imaginar, en un mundo que traspasa las fronteras de lo racional, en un lugar donde la dicha no tiene límites, ni fin, en donde el futuro, presente y pasado se unían en un Eterno Ahora, en donde la Divinidad no tenía diferencia con los humanos, con los animales, ni con las plantas, puesto que todos ellos eran uno con la Divinidad; hablando más claramente diremos que todos formaban Dios.

En esas épocas la Venerable Maestra Litelantes era una inquieta criatura elemental del aire; ella se divertía haciendo muchas picardías.

En la mayoría de los casos, con su poder sobre el aire, insuflaba aire al fuego de las cocinas de los habitantes de aquella época. En ocasiones se le iba la mano y comúnmente hacía prender el fuego en todas las casas y formaban así grandes incendios, haciendo pasar grandes sustos a los habitantes de las casas.

Samael, en cierta ocasión, sentía mucha tristeza, más aún que lo de aquella época cuando fue devorada toda su familia, puesto que su compañera ahora se encontraba encarnada en un elemental de un árbol, y él, en un pececillo de un río ancho y profundo; hasta que cierto día, en que la naturaleza se encontraba azotada por una gran tormenta eléctrica, el árbol recibió la descarga de un rayo, el cual ocasionó la desencarnación de su compañera.

Con este suceso se sintió muy alegre. Después los dos se volvieron a encontrar en los Mundos Internos, sintiéndose muy alegres, mientras que Litelantes, al observarlos sentía mucho cierta tristeza.

El amor de él con su compañera era un amor puro sin pasión de ninguna especie. Como quiera que ellos eran absolutamente inocentes, vivían felices. El resultado absoluto de la inocencia es la felicidad para el Ser. Ellos dos estaban más allá del bien y del mal.

Los dos se fueron hundiendo en las aguas del río y más tarde, cuando al Maestro le tocaba partir, se despidió de su compañero diciendo estas dulces palabras: «DONDE QUIERA QUE HAYA AGUA, ALLÍ ESTAREMOS...»

Todo esto sucedió en épocas de otros Mahanvantaras, o sea, en otros días cósmicos en donde la actual tierra no existía; ni siquiera el Sistema Solar, ni la Cadena Lunar; en un mundo antiquísimo del espacio infinito.

Para Samael el sistema solar de hoy le parece un sistema de parvulitos ya que Él conoce la historia de las eternidades, de los días y las noches cósmicas.

Fernando Salazar Bañol del libro El rayo del superhombre

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