La región celular
La reencarnación (El retorno) de la esencia humana empieza por la concepción. Es maravilloso el trío que inicia nuestra vida: concepción, gestación, nacimiento. Resulta asombroso pensar que el hombre comienza como una célula, sujeto al veloz tiempo de las células y viviendo en el mundo de las células.
Es extraordinario saber que después de unos ochenta años termina su vida humana, sobrecargado de recuerdos. Los procesos internos que inician la concepción son tremendamente veloces, pero conforme transcurre el tiempo, éste último se va volviendo más lento. Todos los procesos orgánicos se hacen más lentos.
Realmente existe la relatividad del tiempo, la gestación humana dura 10 meses lunares; la infancia 100 meses lunares; la vida, poco más o menos, 1000 meses lunares. La huella electromagnética que deja la vida de un hombre en el instante de la muerte, se imprime tremendamente en la concepción del feto.
El sendero de la vida está formado con las huellas de los cascos del caballo de la muerte. Muerte, juicio y concepción, constituyen un trío perfecto.
“En el momento de la muerte dice una doctrina tibetana los cuatro sonidos llamados sonidos que inspiran terror sagrado, se escuchan así: el de la fuerza vital del elemento tierra, un sonido como el derrumbamiento de una montaña; el de la fuerza vital del elemento agua, un sonido como el de las olas del océano; el de la fuerza vital del elemento fuego, un sonido como el del incendio de una selva; el de la fuerza vital del elemento aire, un sonido como el de mil truenos reverberando simultáneamente.
El lugar donde uno se refugia, huyendo de estos ruidos, es la matriz”.
Cuando el zoospermo se une con el huevo, comienza la gestación. La célula con la cual comienza la vida humana, contiene 48 cromosomas. Esto nos habla claro de las 48 leyes que rigen el organismo humano. Existen 48 controles que regulan el organismo humano. Los cromosomas se dividen en genes; un centenar, o algo más, constituyen un cromosoma. La total constitución del organismo humano está determinada por los genes.
Los genes son muy difíciles de estudiar porque están constituidos por pocas moléculas; vibran rápidamente y vienen a constituir una zona intermedia entre el mundo molecular y el mundo celular. Estos genes se mueven y combinan bajo las ondas radioactivas que emite el moribundo en los últimos instantes. Así, el nuevo cuerpo físico es el resultado exacto de nuestro pasado retorno. El fiel instrumento de nuestro Karma.
La vida de cada ser humano en el mundo físico, es una repetición de la pasada vida más sus consecuencias buenas y malas. El tiempo es redondo, y los acontecimientos se repiten, cada cual en su día y en su hora. Esa es la Ley de Recurrencia. Todo vuelve a ocurrir tal y como sucedió, pero con sus consecuencias, tanto buenas como malas. Esa es la Ley del Karma, la ley de acción y consecuencia.
Realmente, la repetición automática de hechos, tiene por objeto hacernos conscientes de nuestros propios errores, esa es la ley. Desgraciadamente ya nada podemos hacer. Todo se repite en su tiempo y en su hora conforme giran las manecillas del reloj. Para cambiar las circunstancias externas, tenemos nosotros que cambiar primero internamente.
Sólo podemos cambiar internamente fabricando Alma y Espíritu, es decir, poseyendo el Ser. Sólo el Ser puede hacer. Sólo el Ser puede cambiar todas las cosas. Quien quiera poseer el Ser tiene que transmutar sus energías sexuales, volitivas, emocionales, mentales, pasionales, motrices, sentimentales, etc.
Tenemos que transmutar los metales viles, es decir, nuestros defectos, en el oro más puro del Espíritu. Sólo así poseeremos Alma y Espíritu. Es necesario que muera el “yo” pluralizado. Es urgente que nazca dentro de nosotros el Ser.
La vida en el mundo celular es una tremenda repetición de sucesos, y sólo disolviendo el yo a base suprema comprensión y santidad, y fabricando Alma y Espíritu, podemos liberarnos de esta trágica rueda de la fatalidad. Este es un círculo vicioso horrible, esta es la rueda del Samsara.
Samael Aun Weor. El Libro de los Muertos: Capitulo 4º Los Cuatro Círculos.
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