El sacrificio
Maestro: Mucho nos gustaría que nuestro hermano, XX, nos diera su concepto sobre el sacrificio…
Discípulo: El sacrificio tal como lo entendemos en la Gran Obra, no estrictamente el sacrificio como dolor, para mí implica dar algo, sacrificando la propia comodidad en aras del bien común…
Maestro: No hay duda que tu concepto sobre el sacrificio está lleno de una belleza cósmica profunda, solamente me permito disentir en cuanto al factor dolor, porque obviamente, este debe existir en el sacrificio o sacro-oficio.
Concretamente, ¿qué se entiende realmente por transformación? Mucho podría arguirse y hasta objetárseme, pues, en este sentido; alguien podría argumentar que nada tiene que ver la transformación con el sacrificio, o viceversa, más yo he sacado a colación esto de la transformación porque es básica en el sacrificio.
Veamos esto concretamente: el petróleo se sacrifica en la locomotora, en aras de la fuerza motriz que hace viajar el tren en sus carriles. En otros tiempos se usaba especialmente el carbón de piedra o carbón vegetal para ese asunto; entonces se sacrificaba, pues, el carbón en aras de la velocidad.
Pero veamos cuan diferentes son estos dos aspectos en sí mismos: carbón y velocidad de un tren en marcha. Tomemos un pedazo de carbón de piedra o de leña; examinémoslos y veamos un tren en marcha: son completamente diferentes; sin embargo, mediante el sacrificio es posible transformar el carbón de piedra, o carbón vegetal, en aras de la velocidad.
Jesús el Cristo se sacrificó ampliamente por la humanidad. ¿Por qué? Necesitó abrir para nosotros la Senda de la Iniciación, públicamente en el fondo, esto tiene algo más. Pero se dice también que en el Culto de Mitras aparece un dios sobre la bestia, atravesándola con el puñal; de la sangre de aquella bestia surge entonces la vida, surge la existencia todo lo que es, ha sido y será, el culto de Mitras se difundió por toda Europa.
En todo caso, mediante el sacrificio una fuerza inferior es transformada en una fuerza superior y diferente, como en el ejemplo que hemos citado de la máquina y del carbón.
También sabemos que existe una Ley, y esa Ley no es otra cosa que la Ley de la Entropía… Si no trabajamos sobre nuestros pensamientos, si no trabajamos sobre nuestros sentimientos, si no trabajamos sobre el yo, sobre el mí mismo sobre el sí mismo, se va produciendo dentro de nosotros el fenómeno de la Entropía: tienden los pensamientos a ser de naturaleza cada vez más inferior, las emociones se hacen cada vez más negativas, las voliciones poco a poco más débiles, caen en la Entropía.
Las áreas del cerebro se debilitan más y ya no trabajan todas las áreas del cerebro como en otros tiempos, sino unas pocas; eso lo saben los mejores médicos, los mejores hombres de ciencia, caen dentro de la Entropía. Todo tiende, pues, a involucionar de acuerdo con esa Ley de la Entropía y a la larga la Entropía conduce a la igualación de las cosas.
La Ley de la Entropía es algo que está a la vista. Si ponemos una marmita llena de agua caliente junto a una marmita llena de agua fría, veremos cómo se precipita la Entropía: hay un intercambio de calor y de frío y por último priva la Entropía y ambas quedan iguales.
Millones de personas actualmente, por ejemplo, están metidas dentro del camino de la Entropía; como no trabajan sobre sí mismas, cada día se vuelven más imbéciles, la mente se les va atrofiando, los centros de la máquina orgánica cada vez están más degenerados, no les trabajan todas las áreas del cerebro y así llegará el día en que la Ley de la Entropía los igualará a todos allá abajo, en el Tártarus.
¿No se han fijado ustedes cómo iguala la Ley de la Entropía a la gente? A alguien lo pueden enterrar en un ataúd de oro y a otro en un ataúd de madera y por muy bonita que sea la sepultura, a la larga quedan iguales: tan huesudos el uno como el otro. La Pelona a todos los iguala, eso es obvio, esa es la Entropía.
Así que, los humanoides que pueblan la faz de la tierra, es decir, los bípedos tricerebrados o tricentrados, un día serán todos iguales, degenerados e incapaces; tan iguales, que apenas se distinguirán el uno del otro.
Y si vemos la Tierra, dicen que cada día va andando más despacio, es decir, que la rotación sobre su eje es así: cada día más lenta, debido pues a las altas mareas y al roce de las aguas. Por otra parte, el Sol dicen que se va enfriando; tal vez sea así, pero sí digo que conforme la atmósfera terrestre se vaya enrareciendo, irá perdiendo la capacidad para analizar y descomponer los rayos del Sol en luz y calor… La Luna, al paso que vamos, se irá alejando, si disminuye la velocidad de rotación, eso opinan y yo creo que sí: esa es la Entropía.
Un día la Tierra será una luna más: la Entropía la habrá igualado. Por lo pronto, veámosla como está marchando, toda bajo la Ley de la Entropía: cómo se encuentran los mares, ya están pues convertidos en basureros; peces moribundos, ríos contaminados, la atmósfera contaminada con smog, frutos de la tierra adulterados.
Los sabios, los pseudo-sapientes, que todo lo saben, han acabado con los frutos verdaderos de la Tierra; ahora ya no se encuentra uno ni manzanas para comer y le toca tragar perones, naranjas de California sin semillas: ¿habrase visto cosa más estúpida? Claro, he ahí la Ley de la Entropía: los sabihondos, satisfechos de su sabiduría, sin saber que lo que han hecho es degenerar a los vegetales, haciéndolos marchar por el camino de la Entropía.
Al paso que vamos, las tierras se irán volviendo estériles; las explosiones atómicas, pues, acabarán de hacer su agosto con ellas y de proseguir así, un día la Tierra quedará igualada, entonces será otra luna. Afortunadamente la sabiduría, dijéramos, del Teomertmalogos, lo tiene todo muy bien calculado; ya sabemos nosotros que sólo mediante la transformación es posible vencer a la Ley de la Entropía, pues la transformación incluye sacrificio; eso es ostensible.
Por ejemplo, si uno sacrifica el deseo sexual, esa fuerza nos provee de otra cosa: cristaliza dentro de él, en el Ser, cristaliza en los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. Si uno sacrifica la ira, aparecerá la gema preciosa de la mansedumbre; si sacrifica el ansia del dinero, la codicia insoportable, nacerá en uno, pues, el altruismo; si sacrifica la envidia, se manifestará en uno la filantropía, el deseo de trabajar por el prójimo, la alegría por el bien ajeno; es decir, que no puede haber transformación si no hay sacrificio.
Cuando un hombre sacrifica sus impulsos sexuales, el resultado de esa energía vienen a ser los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. ¿Ven qué distinta, ven que diferente es el resultado? Así pues, si se sacrifica durante el coito el esperma, la energía liberada da origen al Hombre Interior Profundo y entonces se escapa uno de la Ley esa tan horrible de la Entropía degenerativa.
La Tierra actual, por ejemplo, está completamente marchando de acuerdo con la Ley de la Entropía y si no hay un gran sacrificio, quedará igualada el día de mañana, convertida en una luna más; pero como no se ha terminado el programa cada planeta tiene que tener sus siete Razas, antes de convertirse en Luna, pues hay que hacer un gran sacrificio: se necesita la catástrofe y el sacrificador va a ser el Teomersmalogos.
Se necesita una catástrofe, ¿para qué? Para poder transformarla, hay que sacrificar esta Tierra, esta humanidad; todo esto hay que transformarlo, sacrificarlo. Se necesita una transformación y como resultado de esa transformación de energías, resurgirá una Tierra nueva con su Edad de Oro y su belleza. De manera que la catástrofe es una necesidad indispensable para poder vencer a la Ley de la Entropía; si no hubiera una catástrofe, la Ley de la Entropía, pues, terminaría igualando a la Tierra con la Luna, sería una luna más antes de tiempo; pero gracias a la transformación que se va a producir con ese sacrificio, que será una catástrofe, surgirá una nueva Edad de Oro y una nueva humanidad.
La Tierra pues, está agonizando, la Entropía la está llevando poco a poco hasta el final, esto lo puede saber cualquier persona que tenga un poquito de visión. Sólo mediante la transformación se puede conseguir que todavía no se convierta en luna, que surja de entre el caos, pues, algo nuevo.
Pues sí, la transformación que se va a realizar, se hará sobre la base del sacrificio y terminará con una gran catástrofe… Cristo mismo se sacrificó en la Tierra Santa para vencer a la Ley de la Entropía y al Dios Mitra lo ponían sobre un toro, con el cuchillo clavado sobre el lomo del animal; de la sangre que manaba del toro ese sagrado, brotaban las plantas y todo lo que es, ha sido y será, eso nos dice lo mismo: sacrificio, indispensable para la transformación, transformación urgente para trascender a la Entropía. Si uno no hace nada, si no se sacrifica para reducir a polvo los yoes, será el tragadero de la Entropía.
Las gentes no quieren ahora sacrificarse, claro, no comprenden la Ley del Sacrificio; las gentes creen que la Tierra puede ser transformada sin sacrificio, lo cual es absurdo, pues si alguien por ejemplo quisiera hacer una labor pero no se sacrificase, tarde o temprano entrará la Entropía en la Tierra y fracasará su labor; pero si uno comienza haciendo una labor sobre la base del sacrificio, producirá transformaciones incesantes y su obra crecerá y será fecunda sobre la Tierra, ¡así será! Debe empezar por sacrificar uno aunque sea sus propios sufrimientos.
Yo les aseguro a ustedes que la gente está dispuesta a sacrificar los placeres y hasta sus vicios, su dinero, pero nunca sus sufrimientos. La gente quiere mucho a sus sufrimientos, sus dolores; los quieren demasiado, todo lo sacrifican menos sus sufrimientos, ¡eso sí que no!
Si uno empieza por sacrificar los sufrimientos, puede dar un nuevo paso y vencer a la Ley de la Entropía… ¿Quién de ustedes está dispuesto a sacrificar sus propios sufrimientos, a sacrificarlos por algo superior? En realidad, nos sacrificamos para portarnos mal. Yo por ejemplo, no andaba pensando en el sufrimiento jamás, sacrificaba todas esas cosas que quieren mucho las gentes. A la gente le encanta hablar de sus experiencias, de los sufrimientos por los que pasaron, de las amarguras posibles, de lo yo voy a hacer, de lo que yo soy, gracias a haber sufrido tanto… Raros son, en verdad muy pocos, los que están dispuestos a sacrificar sus sufrimientos.
Sí, observen a las gentes, mírenlas y verán que no son prácticas; observen la psicología de las gentes y verán cómo quieren sus sufrimientos, cómo gozan recordándolos; Cuando yo pasé por tantas y tales cosas, cuando vendía periódicos en la calle para llegar un día a ser lo que soy, el Dr. Fulano de Tal, el poderoso señor. Yo, que vendía periódicos, yo que dormía en los andenes… La gente es así: se quieren demasiado a sí mismas y a sus dolores, las gentes tienen necesidad de sus propios sufrimientos…
Sí, y gozan con eso. Los ricos, mientras más poderosos y felices, tanto más recuerdan sus propios fracasos, sus propios sufrimientos de cuando en cuando y se sienten auto-importantes recordándolos. Erradiquen esas cosas de su personalidad, todo se transforma mediante el sacrificio. Sacrifiquen sus propios sufrimientos, erradiquen de sí mismos los “yoes” que los produjeron y quedarán sacrificados los sufrimientos; los “yoes” de los sufrimientos hay que desintegrarlos, hay que pulverizarlos, volverlos “cisco” y esa energía que resulta de ahí, produce una transformación de donde nace un hombre diferente, que vence a la Ley de la Entropía.
Allí tenemos la Luna; el que vence y muere, puede investigar en el interior, en la panza de la Luna, lo que sucede en las entrañas de nuestro satélite. Allí verán los restos de millones de “yoes selenitas” que pertenecieron a gentes de tipo lunar, cuando ese satélite estuvo habitado… Sí, un día estuvo habitado ese satélite, hace tiempo, mucho antes de que esta Tierra en que vivimos existiera.
La Luna es muy antigua; cuando tuvo vida de verdad, pues tuvo gente también, humanidad, y hoy en día encuentra uno los restos de los yoes selenitas en los mundos infiernos lunares son todos iguales, no se distinguen el uno del otro.
¿Quién los igualó completamente? La Ley de la Entropía, en la misma forma en que iguala dos cadáveres a la larga, aunque uno haya sido sepultado en cajita de oro y el otro en caja de palo.
A la larga quedan iguales todos: la Ley de la Entropía se encarga de igualar a los ricos y a los pobres y a todo el mundo; ¡esa es la cruda realidad de los hechos! Así que, si uno nada cambia, si uno nada transforma, si no se sacrifica algo, se lo traga la Ley de la Entropía, eso es obvio. Vale la pena reflexionar, pues, en todas estas cosas…
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