El Principio Itóklanos
El Principio Fulasnitaniano, quedó gobernada bajo otro principio, el PRINCIPIO ITÓKLANOS, que es el principio que gobierna la vida humana, gobierna a los perros, los caballos y a todos los animales.
Antiguamente había tiempo para crear, los que no habían creado los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, tenían tiempo más que suficiente para poderlos crear; hoy ya casi no hay tiempo, ya casi no se vive, porque desde que el ser humano quedó gobernado por dicho principio, muere cuando menos se piensa; antiguamente se moría a conciencia...
Vean si es triste, que actualmente el ser humano dependa del mismo principio que gobierna a las bestias, ya no está gobernado por el Principio Fulasnitaniano, eso es tristísimo, lamentable de verdad.
Sin embargo, cuando uno fabrica los cuerpos Existenciales Superiores del Ser y alcanza el estado de Hombre Verdadero y elimina el Ego, vuelve a quedar bajo el Principio Fulasnitaniano, a condición de integrarse antes que todo con el Logos, porque por ahí hay un códice que dice:
Los Dioses crearon a los hombres de madera, y después de haberlos creado, los fusionaron con la Divinidad, pero luego añade: No todos los Hombres lograron fusionarse con la Divinidad.
Es claro que los hombres no logran la fusión integral con el Logos; esos, al fin y al cabo involucionan entre las entrañas de la Tierra y se desintegran; son creaciones que están llamadas a la desintegración. No todos logran integrarse con la Divinidad, y para depender del Principio Fulasnitaniano se requiere antes que todo la fusión del Hombre con el Logos; conseguido eso, entonces depende del Principio Fulasnitaniano, y como punto de partida se le confieren mil años de existencia.
Si al llegar a los mil años desea alargar la vida, pide otro alargamiento, otros mil, y si quiere alargarla más, vuelve y pide otros mil; hay Maestros que tienen millones de años de existencia... Mil es el número exacto de años de vida que tiene un hombre que esté gobernado por el Principio Fulasnitaniano.
El Conde Saint Germain decía que durante los primeros mil años que le dieron de vida todavía encontraba cosas nuevas sobre la Tierra, novedades que le llamaban la atención; después de los mil años ya no encontró nada nuevo sobre la Tierra; así decía el Conde Saint Germain.
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