El Tártarus
Incuestionablemente, nuestro resplandeciente Sistema Solar de Ors tiene doce planetas y esto viene a recordarnos los doce salvadores.
Resulta palmario y evidente que el trabajo final ha de realizarse siempre en el decimosegundo planeta de la Familia Solar.
Naturalmente sólo pude cumplir esta tarea con el consentimiento del mismo Hades o Plutón y con la ayuda de Hermes y Minerva a la vez.
Con infinita veneración traspasé el umbral del Templo, anhelaba la liberación final... En el amurallado patio de los sacerdotes resplandecieron gloriosamente las aguas espermáticas de la piscina sagrada. El iniciático lago de la representación de los misterios antiguos, eterno escenario de todo Templo, no podía faltar allí.
Lo que en aquel Lemúrico Sancta entonces pidiera, incuestionablemente me fue concedido. Se inició mi trabajo con el descenso al tártarus en aquel planeta Doce de nuestro sistema solar.
Tres féminas deliciosas, peligrosamente bellas, en vano apelaron a todos sus encantos irresistibles. Diablezas provocativas lucharon hasta lo indecible, quisieron hacerme caer, mas yo supe dominarme a mí mismo.
El signo zodiacal de Escorpio desató en mis órganos creadores todos sus ardores pasionales, empero gané todas las batallas contra mí mismo. Adueñarse completamente del perro Tricípite sin arma alguna, significa de hecho control absoluto sobre el sexo. Cuando yo me hice dueño de tal can, ascendí victorioso desde el fondo del negro y horroroso precipicio.
Cuando este hecho místico acaeció, entré dichoso en un pequeño sanctuario del Sagrado Sol Absoluto. Así fue como pude volver al seno del Sagrado Absoluto Solar, empero continué con el cuerpo físico lemur viviendo durante millones de años. Me convertí en una piedra más de la Muralla Guardiana.
Esta muralla está formada por los maestros de compasión, aquellos que renunciaron a toda felicidad por amor a la humanidad.
Doctrina Gnóstica de Samael Aun Weor
Añadir un comentario