La ley del Karma

Ante todo es necesario que entendamos lo que es la palabra sánscrita Karma. No está de más aseverar que tal palabra en sí misma significa Ley de Acción y Consecuencia. Obviamente, no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa. Cualquier acto de nuestra vida, bueno o malo tiene sus consecuencias. 

Es indubitable que el Ego comete innumerables errores cuyo resultado es el dolor. Pensemos por un momento en las muchedumbres humanoides que pueblan la faz de la Tierra. Sufren lo indecible víctimas de sus propios errores; sin el Ego no tendríamos esos errores, ni tampoco sufriríamos las consecuencias de los mismos.  

La Ley de Karma y Dharma está dirigida por el Jerarca Anubis y sus cuarenta y dos Jueces de la Ley.  Lo único que se requiere para tener derecho a la verdadera felicidad es ante todo no tener Ego.

Ciertamente, cuando no existen dentro de nosotros los agregados psíquicos, los elementos inhumanos que nos vuelven tan horribles y malvados, no hay Karma por pagar y el resultado es la felicidad. 

Cuando uno vive de acuerdo con el recto pensar, el recto sentir y el recto obrar, las consecuencias suelen ser dichosas. Desafortunadamente, el pensamiento justo, el sentimiento justo, la acción justa, etc., se hace imposible cuando una segunda naturaleza inhumana, actúa en nosotros y dentro de nosotros y a través de nosotros, aquí y ahora.

Si no fuese por el mí mismo, nadie sería iracundo, nadie codiciaría los bienes ajenos, ninguno sería lujurioso, envidioso, orgulloso, perezoso, glotón, etc. 

La Justicia y la Misericordia son las dos columnas torales de la Fraternidad Universal Blanca. La Justicia sin Misericordia es tiranía; la Misericordia sin Justicia es tolerancia, complacencia con el delito. En este mundo de desdichas en que nos encontramos, se hace necesario aprender a manejar nuestros propios negocios para enrumbar el barco de la existencia, a través de las diversas escalas de la vida. 

El Karma es negociable (ver runa NOT) y esto es algo que puede sorprender muchísimo a los secuaces de diversas escuelas ortodoxas. Ciertamente algunos pseudo-esoteristas y pseudo ocultistas se han tornado demasiado pesimistas en relación con la Ley de Acción y Consecuencia; suponen equivocadamente que ésta se desenvuelve en forma mecanicista, automática y cruel. Si la Ley de Acción y Consecuencia (Karma y Dharma), si el Némesis de la existencia no fuera negociable, entonces ¿dónde quedaría la Misericordia Divina? 

Cuando una ley inferior es transcendida por una ley superior, la ley superior lava a la ley inferior. 
Haz buenas obras para que pagues tus deudas (Karma). Al León de la Ley se le combate con la Balanza. Quien tiene con qué pagar, paga y sale bien en sus negocios; quien no tiene con qué pagar, pagará con dolor.  Si en un platillo de la Balanza Cósmica, ponemos las buenas obras y en el otro las malas, es evidente que el Karma dependerá del peso de la balanza. 

Si pesa más el platillo de las malas acciones, el resultado será las amarguras; sin embargo, es posible aumentar el peso de las buenas obras en el platillo del fiel de la balanza y en esta forma cancelaremos Karma sin necesidad de sufrir. Todo lo que necesitamos es hacer buenas obras para aumentar el peso en el platillo de las buenas acciones. Nunca debemos protestar contra el Karma, lo importante es saberlo negociar.

Desgraciadamente a las gentes lo único que se les ocurre, cuando se hallan en una gran amargura, es lavarse las manos como Pilatos, decir que no han hecho nada malo, que no son culpables, que son almas justas, etc. 

A los que están en miseria que revisen su conducta, que se juzguen a sí mismos, que se sienten, aunque sea por un momento, en el banquillo de los acusados, que después de un somero análisis de sí mismos, modifiquen su conducta.  Si esos que se hallan sin trabajo se tornasen castos, infinitamente caritativos, apacibles, serviciales en un cien por ciento, es obvio que alterarían radicalmente la causa de su desgracia, modificando en consecuencia, el efecto.  

No es posible alterar un efecto si antes no se ha modificado la causa que lo produjo, pues como ya dijimos, no existe efecto sin causa ni causa sin efecto. No hay duda de que la miseria tiene sus causas en las borracheras, asqueante lujuria, en la violencia, en los adulterios, en el despilfarro y en la avaricia, etc. No es posible que alguien se encuentre en miseria cuando el Padre que está en secreto se encuentra aquí y ahora. 

El Karma es una medicina que se nos aplica para nuestro propio bien. Desgraciadamente las gentes, en lugar de inclinarse reverentes ante el eterno Dios viviente, protestan, blasfeman, se justifican a sí mismos, se disculpan neciamente y se lavan las manos como Pilatos. Con tales protestas no se modifica el Karma, al contrario, se torna más duro y severo.  Reclamamos fidelidad del cónyuge cuando nosotros mismos hemos sido adúlteros en ésta o en vidas precedentes. 

Pedimos amor cuando hemos sido despiadados y crueles. Solicitamos comprensión cuando nunca hemos sabido comprender a nadie, cuando jamás hemos aprendido a ver el punto de vista ajeno.  Anhelamos dichas inmensas, cuando hemos sido siempre el origen de muchas desdichas. 

Hubiéramos querido nacer en un hogar muy hermoso y con muchas comodidades, cuando no supimos en pasadas existencias brindarle a nuestros hijos hogar y belleza. Protestamos contra los insultadores cuando siempre hemos insultado a todos los que nos rodean. Queremos que nuestros hijos nos obedezcan, cuando jamás supimos obedecer a nuestros padres.  Nos molesta terriblemente la calumnia, cuando nosotros siempre fuimos calumniadores y llenamos al mundo de dolor. 

Nos fastidia la chismografía, no queremos que nadie murmure de nosotros, y sin embargo, siempre anduvimos en chismes y murmuraciones hablando mal del prójimo, mortificándole la vida a los demás. Es decir, siempre reclamamos lo que no hemos dado; en todas nuestras vidas anteriores fuimos malvados y merecemos lo peor, pero nosotros suponemos que se nos debe dar lo mejor.  

Los enfermos, en vez de preocuparse tanto por sí mismos, deberían trabajar por los demás, hacer obras de caridad, tratar de sanar a otros, consolar a los afligidos, llevar al médico a quienes no tienen con qué pagarlo, regalar medicinas, etc., y así cancelarían su Karma y sanarían totalmente. Quienes sufren en sus hogares deberían multiplicar su humildad, su paciencia y serenidad. No contestar con malas palabras; no tiranizar al prójimo, no fastidiar a los que nos rodean, saber dispensar los defectos ajenos con una paciencia multiplicada hasta el infinito, así cancelarían su Karma y se volverían mejor. 

Desgraciadamente, ese Ego que cada cual tiene dentro, hace exactamente lo contrario de lo que aquí estamos diciendo, por tal motivo considero urgente, inaplazable, impostergable, reducir al mí mismo a polvareda cósmica.  Cuando tal o cual Karma se encuentra ya totalmente desarrollado y desenvuelto, tiene que llegar hasta el final inevitablemente. Esto significa que sólo es posible modificar radicalmente el Karma cuando el arrepentimiento es total y cuando toda posibilidad de repetir el error que lo produjo, ha desaparecido radicalmente. 

Karmaduro llegando a su final es siempre catastrófico. No todo el Karma es negociableEs bueno saber también que cuando hemos eliminado radicalmente al "yo psicológico", la posibilidad de delinquir queda aniquilada y en consecuencia, el Karma puede ser perdonado. 

Samael Aun Weor

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