Julio Cesar

Julio cesar romaYo (Samael Aun Weor) utilicé la personalidad humana de Julio César para formar el Gran Imperio Romano, me batí como un león en las Galias y todo el mundo sabe que fui asesinado por Bruto, el traidor.  Extraido del libro "Mi regreso al Tibet" (Capítulo 6: La Orden Sagrada del Tíbet)

Conferencia conocida como “Investigaciones Esotéricas de Gran Valor” Samael dijo: 

¡Pues hombre! Fíjense ustedes que por mera recurrencia, la mayor parte están conmigo.  ¿Ustedes creen que estarían aquí sino hubieran estado conmigo en el pasado?  

Yo les aseguro que si ustedes pudieran recordar en este momento sus vidas anteriores, se verían en Roma conmigo en la época cuando yo tuve la personalidad de Julio César, y se verían ustedes formando parte de las huestes romanas. 

Libro: Didáctica del autoconocimiento. Página 31. Los historiadores por ejemplo, ¿qué es lo que han escrito?: fantasía y nada más. ¿Qué dicen de Nerón?, Que era un homosexual y que llegó a casarse con otro homosexual. ¿De dónde sacaron eso los historiadores?, ¿Les consta acaso?

En nombre de la verdad les he de decir que yo estuve reencarnado en la época de Nerón, y que de homosexual nada tenía. Muchas veces lo vi salir por las puertas de la vieja Roma, sentado en su litera sobre los hombros de sus esclavos.

Hombre de amplia frente y robusto cuerpo hercúleo. No así afirman los historiadores, ellos enfatizan la idea de un poeta abominable. En vez de vérsele rodeado, como muchos creen de gentes homosexuales, al contrario, le conocí siempre rodeado de sus mujeres. Yo viví en la época de Nerón y doy testimonio de ello, los historiadores han falseado la verdad con respecto a ese hombre. 

Libro: El Parsifal develado. Página 65. Yo vi subir al demonio de la mala voluntad por la escalinata de mi morada, tenía un aspecto Cesáreo. Desafortunadamente el desdichado no tenía la culpa, yo mismo lo había creado y para colmo hasta cometí el error de fortificarlo con átomos tiránicos cuando en Roma me llamé: JULIO CESAR.

Épocas gloriosas del águila Romana: En esa edad establecí el escenario para las gentes de la cuarta subraza Aria y fui asesinado por el malvado Bruto y sus secuaces...

¡Qué meditaciones tan profundas... Dios mío!...  ¡Ah! me dije a mí mismo, debo eliminar de mi naturaleza íntima a este rebelde perverso que jamás ha querido obedecer al Padre... 

Traición. Uno a uno con otro, de tantos, entre muchos sobresalen entre las tres inmundas bocas de ese vil gusano que atraviesa el corazón del mundo, Judas, Bruto y Casio.  

Tornar a las fechorías de Roma y topar con Bruto, señalado con un cuchillo de la mano de Dios, remitirse a esos originales, saborear el caramelo venenoso, ciertamente no es nada agradable, mas es urgente sacar del pozo de los siglos ciertos recuerdos dolorosos. Traspasado de angustia, sin vanagloria alguna, en estado de alerta novedad, conservo con alegría el viviente recuerdo de aquella mi reencarnación romana conocida con el nombre de Julio César.  

¡Válgame Dios y Santa María! Si algún error muy grave cometí en aquella antigua edad, fue haberme afiliado a la Orden de la Jarretera, empero, es obvio que quisieron los dioses perdonarme...  

Encumbrarse hasta las nubes sobre sus amistades no es en verdad nada fácil y sin embargo es evidente que lo logré sorprendiendo a la aristocracia romana.  Al relatar esto no me siento engreído pues bien sé que sólo al Yo le gusta subir, trepar al tope de la escalera, hacerse sentir, etc. Cumplo con el deber de narrar y eso es todo.  

Cuando salí de las Galias rogué a mi bella esposa Calpurnia que al regreso enviase a mi encuentro a nuestros dos hijos.  Bruto se moría de envidia recordando mi entrada triunfal en la ciudad eterna; empero parecía olvidar adrede mis espantosos sufrimientos en los campos de batalla.  El derecho de gobernar aquel imperio ciertamente no me fue dado regalado; bien saben los divinos y los humanos lo mucho que sufrí.  

Bien hubiera podido salvarme de la pérfida conjura, si hubiese sabido escuchar al viejo astrólogo que visitaba mi mansión.  Desafortunadamente el demonio de los celos torturaba mi corazón; aquel anciano era muy amigo de Calpurnia y esto no me gustaba mucho...  En la mañana de aquel día trágico, al levantarme del lecho nupcial con la cabeza coronada de laureles, Calpurnia me contó su sueño; había visto en visión de noche una estrella cayendo de los cielos a la Tierra y me advirtió rogándome que no fuera al Senado. Inútiles fueron las súplicas de mi esposa. Hoy iré al Senado, respondí en forma imperativa...  

Acuérdese que hoy una familia amiga nos tiene invitados a una comida en las afueras de Roma; usted aceptó la invitación‖, replicó Calpurnia...  No puedo asistir a esa comid, objeté. ¿Vais entonces a dejar a esa familia aguardando? Tengo que ir al Senado Horas más tarde en compañía de un auriga marchaba en un carro de guerra rumbo al Capitolio del águila romana...  Bien pronto llegué allí entre los vítores tremendos de las enardecidas multitudes... ¡Salve César! me gritaban algunos notables de la ciudad me rodearon en el atrio del Capitolio; respondí preguntas, aclaré algunos puntos, etc.  

De pronto, en forma inusitada, aparece ante mí el anciano astrólogo, aquel que antes me había advertido sobre los tistilos de Marzo y los terribles peligros; me entrega con sigilo un pedazo de pergamino en el cual están anotados los nombres de los conjurados...  El pobre viejo quiso salvarme, mas todo fue inútil, no le hice caso; además me encontraba muy ocupado atendiendo a tantos ilustres romanos...  Después, sintiéndome invencible e invulnerable, con esa actitud cesárea que me caracterizaba, avancé rumbo al Senado por entre las columnas olímpicas del Capitolio.  

Mas, ¡hay de mí! los conjurados tras esas heroicas columnas me acechaban; el acerado filo del puñal asesino desgarró mis espaldas...  Acostumbrado a tantas batallas, instintivamente traté de empuñar mi espada, mas siento que me desmayo; veo a Bruto y exclamo: ¿tú también, hijo mío? Luego... la terrible Parca se lleva mi Alma...  Pobre Bruto... el Yo de la envidia le había devorado las entrañas y el resultado no podía ser otro...  

Dos reencarnaciones más tuve en la Roma augusta de los césares y luego muy variadas existencias con magnífico Dharma, en Europa durante la Edad Media y el Renacimiento. 

Samael Aun Weor del libro: El Misterio del Aureo Florecer. Capitulo 21

 

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