Poimandres
Texto fundamental de la filosofía hermética: el Poimandres. En este texto legendario, Poimandres le revela al adepto Hermes Trismegisto los secretos de la creación en una entrañable narrativa que iguala en profundidad mística y riqueza interpretativa al Génesis o al Timeo de Platón.
Un día que había empezado a reflexionar sobre los seres permanentes e inmutables , y que mi pensamiento volaba en las alturas mientras mis sentidos corporales estaban atados como les ocurre a aquellos a los que vence un pesado sueño traído por exceso de alimento o por una gran fatiga del cuerpo, me pareció que ante mí se aparecía un ser inmenso de tamaño, más allá de cualquier medida definible que, llamándome por mi nombre, me dijo:
“¿Qué es lo que quieres ver y escuchar o, con el pensamiento, conocer y aprender?”
Dije:” ¿Pero quién eres?”
“Yo, respondió, soy Poimandres, el Espíritu de la Omnipotencia. Se por lo que suspiras y estoy contigo dondequiera”.
Y yo dije: “Quiero ser instruido sobre las cosas que son, comprender su naturaleza, conocer a Dios. ¡Cómo deseo saber!”
A su vez me respondió: “Conserva bien en tu intelecto todo lo que quieres averiguar y yo te enseñaré”.
Con estas palabras cambió de aspecto, de repente, todo se desveló instantáneamente ante mí, y contemplé una visión infinita, todo vuelto luz, serena y alegre: me quedé embelesado ante ella. Pero poco después la oscuridad extendiéndose hacia abajo, sobrevino, terrorífica y sombría, se enroscó en espirales tortuosas, semejante a una serpiente. Esta oscuridad se tornó en una especie de naturaleza húmeda, agitada de manera indecible, que exhalaba un vapor como el que sale del fuego y que producía un sonido indescriptible. Brotó de ella un clamor inarticulado de tal naturaleza que lo comparé con el crujido del fuego.
Pero, saliendo de la luz, un Verbo santo se apareó con la Naturaleza, y un fuego sin mezcla voló fuera de la naturaleza húmeda hacia lo alto; y el aire, siendo ligero, siguió al soplo ígneo elevándose desde la tierra y el agua hasta el fuego, de manera que parecía suspendido del fuego. La tierra y el agua permanecieron donde estaban, ambas íntimamente mezcladas, tanto, que no se veían aparte una de otra; y eran incesantemente movidas por la acción del aliento del Verbo que se había puesto encima de ellas, al alcance del ruido.
Entonces dijo Poimandres:
¿Has comprendido lo que significa esta visión? y yo: lo sabré.
Esta luz, soy yo, Nous, tu Dios, el que existe antes de la naturaleza húmeda que ha aparecido fuera de la oscuridad. En cuanto al Verbo luminoso salió de Nous y es el hijo de Dios. ¿Cómo? dije.
Aprende lo que quiero explicarte de este modo: lo que en ti mira y comprende es el Verbo primordial, y tu Nous es Dios Padre, no están separados uno de otro, pues en su unión consiste la vida.
Te doy las gracias, dije. Pues fija tu espíritu en la luz y entra en conocimiento con esto.
Y me clavó sus ojos tanto tiempo que temblé ante su aspecto. Mientras volvía a levantar su cabeza, vi en mi la luz, consistente y en un número incalculable de Potencias que tornaban un mundo sin límites, y con un poder inmensurable envolvía y abrazaba el fuego conteniéndolo firmemente hasta forjarlo a aquietarse: esto fue lo que distinguí en esta visión, animada por la palabra de Poimandres.
Estaba absorto y fuera de mí, pero Pomaindres rompió mi lejano silencio: Has visto en tu mente la forma del Arquetipo, el preprincipio anterior al comienzo sin fin; así me habló Poimandres.
Así pues dije ¿de dónde han surgido los elementos de la naturaleza?.
El respondió: De la voluntad de Dios que, habiendo acogido en Él el Verbo y contemplado el hermoso mundo arquetípico del cosmos, lo imitó, modelando un mundo ordenado según sus propios elementos y sus propios productos, las almas.
Pero la mente de Dios, siendo totalidad, abarcando simultáneamente el principio masculino y femenino, existiendo como vida y luz, procreó con una palabra un segundo Nous demiurgo que, siendo dios de fuego y aliento, hizo siete Gobernadores, que envuelven en cada uno de sus círculos un aspecto del mundo sensible; y este gobierno suyo es lo que se llama Destino.
Inmediatamente que el Verbo se elevó fuera de los elementos que se extienden hacia abajo, hacia esta pura región de la naturaleza que acababa de ser formada, se unió al Nous demiurgo (pues era de la misma sustancia) y, a causa de ello, los elementos inferiores de la naturaleza fueron abandonados a sí mismos, desprovistos de razón, para no ser sino simple materia.
La mente, junto con el Verbo, envolvieron los círculos y los hicieron girar con un zumbido, pusieron así en marcha el movimiento circular de sus criaturas, dejándolas cumplir su revolución desde un comienzo indeterminado hasta un término sin fin, pues el principio surge del fin.
Esta circulación de todo, como lo quiso la Mente, creo animales sin razón (pues ya no retenían el Verbo en ellos). El aire produjo aves y el agua peces. La tierra y el agua habían sido separadas una de otra según el querer del Nous y la tierra hizo salir de su propio seno los animales que retenían en sí, cuadrúpedos y reptiles, bestias salvajes y domésticas.
Ahora bien, el Nous, Padre de todos los seres, siendo vida y espíritu, produjo un Hombre parecido a él del que se prendó como de su propio hijo. Pues el Hombre era muy hermoso, reproducía como un espejo la imagen de su Padre: verdaderamente Dios se enamoró de su propia forma, y le entregó todas sus formas.
Cuando el Hombre hubo observado la creación que el demiurgo había modelado en el fuego, también quiso producir una obra y para ello el Padre le dio permiso. Habiendo entrado pues en la esfera demiúrgica en la que debía tener plenos poderes, vio las obras de su hermano, y los Gobernadores se prendaron de él, y cada uno le dio participación en su propia magistratura. Entonces, habiendo aprendido a reconocer su esencia y habiendo recibido participación de la naturaleza de los mismos, quiso pasar la periferia de los círculos, traspasándola, y conocer la potencia del que reina sobre el fuego.
Entonces el Hombre, que tenía poderes plenos sobre el mundo de los seres mortales y de los animales sin razón, se descolgó a través de la armoniosa maquinaria compuesta de las esferas cuyas envolturas había agujereado, y manifestó la hermosa forma de Dios a la Naturaleza de abajo. Cuando ésta hubo visto que el hombre poseía la forma de Dios junto con la belleza inagotable y toda la energía de los Gobernadores, sonrió de amor: pues había visto reflejarse en el Agua el semblante de esta forma maravillosamente hermosa del hombre, ya su sombra sobre la Tierra.
“En tanto que él, habiendo visto reverberar en el agua la presencia de esta forma parecida suya, la amó y quiso morar en ella. Desde el mismo momento que lo quiso lo cumplió. La Naturaleza entonces, recibiendo en ella a su amado, lo abrazó entera, y ambos se unieron ardiendo de amor.
Por ello es por lo que, único de todos los seres que viven sobre la tierra, el hombre es doble: mortal por el cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Aunque en efecto sea inmortal y tenga imperio sobre toda cosa, padece la condición de los mortales, sujeto como está al Destino. Por ello, aunque esté por encima de la armoniosa maquinaria compuesta de las esferas, se ha vuelto esclavo de esta armoniosa maquinaria compuesta; macho- hembra porque ha salido de un padre macho-hembra; exento de sueño porque viene de un ser exento de él, aunque no por ello deja de ser vencido por el sueño
Y después de eso (dije): ” …. ¡oh Nous mío! También yo estoy enamorado de la palabra ” Entonces Poimandres “Lo que vaya decirte es un misterio que ha sido mantenido oculto hasta este día. Habiéndose unido en efecto la Naturaleza al Hombre con amor, ocasionó un prodigio completamente sorprendente. El Hombre tenía en sí la naturaleza de la conjunción de los siete, compuestos como te dije, de fuego y de aliento; la Naturaleza, incapaz de esperar, parió al punto siete Hombres correspondientes a las naturalezas de los Siete Gobernadores, a la vez machos-hembras, irguiéndose hacia el cielo”. y después de eso: “¡Oh Poimandres!, verdaderamente sí, ahora he llegado a un deseo extremo y me consumo por oírte. No te alejes del tema”. Pero Poimandres: “¡Cállate!, aún no he acabado de exponerte el primer punto” -“Mira, ya me callo”.
“Así pues, como decía, la generación de estos siete primeros hombres se hizo como sigue: hembra era la tierra, el agua el elemento generador, el fuego condujo las cosas a la sazón, la Naturaleza recibió del éter el soplo vital y produjo los cuerpos según la forma del Hombre. En cuanto al Hombre, de vida y luz que era, se cambió en alma y nous: la vida en alma, la luz en nous. Y todos los seres del mundo sensible permanecieron en este estado hasta el fin de un período y hasta los comienzos de las especies.
Escucha ahora aquello que ardes por entender. Una vez que se hubo cumplido enteramente este período, el lazo que unía todas las cosas fue roto por voluntad de Dios. Pues todos los animales que hasta entonces eran machos-hembras fueron separados en dos al igual que el hombre, y se transformaron en machos por una parte y por otra en hembras. Inmediatamente dijo Dios con palabra santa: “Creced en crecimiento y multiplicaros en multitud, vosotros todos los habéis sido creados y hechos. y que el que tiene el nous se reconozca a sí mismo como inmortal, y que sepa que la causa de la muerte es el deseo, y que conozca a todos los seres”.
Habiendo Dios hablado así, la Providencia, por medio del destino y de la armoniosa maquinaria compuesta de las esferas, operó las uniones y estableció las generaciones, y todos los seres se multiplicaron, cada uno según su especie, y aquel que se reconoció a sí mismo llegó al elegido entre todos, mientras quien amó al cuerpo, fruto de una equivocación del amor, permanece errante en la oscuridad sufriendo sensiblemente las cosas de la muerte”.
“¿Qué falta inmensa, exclamé, han cometido los que están en la ignorancia para ser privados de la inmortalidad?” “Parece que no hayas reflexionado en lo que escuchastes. ¿No te dije que estuvieras atento?” “Lo estuve, me acuerdo de todo, y, a la vez, doy gracias” “Si has prestado atención dime: ¿por qué merecen morir los que están en la muerte?” “Porque el venero del que mana el cuerpo individual es la Oscuridad sombría, de la que vino la Naturaleza húmeda, que constituye el cuerpo en el mundo sensible, donde se abreva la muerte”.
-“Has comprendido bien. Pero ¿por qué el que se ha conocido a sí mismo va hacia sí como dice la palabra de Dios?” -“Porque, respondí, el Padre de todas las cosas, del que nació el Hombre, es luz y vida” -“Dices bien: luz y vida, eso es el Dios Padre del que nació el Hombre. Si aprendes a conocerte como hecho de vida y luz, y si esos son los elementos que te constituyen, volverás a la vida”. Eso es lo que me dijo Poimandres. “Pero, pregunté, dime ¡oh Nous mío! ¿cómo iré yo mismo a la vida? Pues Dios dice: que el hombre que tiene nous se reconozca a sí mismo.
¿No tienen en efecto nous todos los hombres?” “Vigila tu lengua. Yo, Nous, estoy con los que siguen la ley divina, con los buenos, con los limpios y con los misericordiosos, junto a los que obran piadosamente, mi presencia es una ayuda y luego ellos conocen todo y se hacen propicios al Padre por el camino del amor, y con cariño filial le dan las gracias mediante bendiciones e himnos, según lo que está ordenado respecto a Dios. Y antes de abandonar su cuerpo a la muerte que le es propia aborrecen sus sentidos pues conocen sus operaciones. Más aún, yo, Nous no dejaré que las operaciones del cuerpo que les asaltan cumplan sus efectos sobre ellos. Pues, como guardián de las puertas, cerraré la entrada a las acciones malas y vergonzosas, extirpando hasta su idea.
En cuanto a los insensatos, los malos, los viciosos, los envidiosos, los ávidos de dinero, los asesinos, los impíos, me mantengo lejos de ellos, cediendo el sitio a los espíritus el sitio a los espíritus justicieros quienes, aplicando el aguijón del fuego a los hombres de tal disposición a través de los sentidos, los arman más para las acciones impías a fin de que les sea aplicado un mayor castigo. Así tal hombre no cesará de llevar su deseo hacia apetitos sin límites, guerreando en las tinieblas, sin que nada pueda satisfacerlo, y eso es lo que le tortura y aumenta sin parar la llama que le quema.
“Me has enseñado bien todo, como yo quería, oh Nous. Pero háblame también de la subida hacia arriba, tal como se produce”. A eso Poimandres respondió: “Primeramente, en la disolución del cuerpo material lo entregas a la alteración, y la forma que tenías cesa de ser percibida, y abandonas a los espíritus tu yo habitual ahora inactivo, y las capacidades del cuerpo para saber vuelven a sus fuentes respectivas, de las que se hacen parte, y son reunidas de nuevo con las energías, aunque el irascible y el concuspicente se van a la naturaleza sin razón.
Y así es como el hombre se lanza hacia lo alto en este momento a través de la armónica maquinaria compuesta de las esferas; y en la primera zona abandona la potencia de crecer y menguar; en la segunda las industrias de la malicia, ladrón que ya no sirve; en la tercera el vano deseo que ya no sirve; en la cuarta, desprovisto de intenciones ambiciosas, el esplendor del mando; en la quinta la audacia impía y la presuntuosa temeridad; en la sexta los apetitos ilícitos que da la riqueza, que ya no sirve; en la séptima zona, la mentira que tiende trampas.
Y entonces, desnudado de todo lo que había producido la armónica maquinaria compuesta de las esferas, entra en la esfera ogdoádica no poseyendo sino su propia potencia; y con los Seres cantó himnos al Padre, y toda la asistencia se alborozó con él de su venida. y vuelto parecido a sus compañeros, oye también algunas Potencias que moran por encima de la naturaleza ogdoádica cantando con dulce voz himnos a Dios. Y entonces, en orden, suben hacia el Padre, se abandonan a las Potencias y, vueltos ellos mismos Potencias, entran en Dios. Y este es el fin paradisíaco de los que poseen el conocimiento: hacerse Dios. ¡Y bien! ¿Qué esperas ya? Ahora que has heredado de mi toda la doctrina ¿no vas a guiar a los que lo merezcan para que, por tu acción, el género humano sea salvado por Dios
Habiendo hablado así, Poimandres, ante mis ojos, se mezcló a las Fuerzas. Y yo, cuando dirigí bendiciones y acciones de gracias al Padre de todas las cosas, fui despedido por Poimandres después de haber sido investido de potencia e instruido sobre la naturaleza del Todo y sobre la visión suprema. y comencé a predicar a los hombres la hermosura de la piedad y el conocimiento. “Oh pueblos, hombres nacidos de la tierra, vosotros, abandonados a la embriaguez, al sueño y a la ignorancia de Dios, sed abstemios, cesad de revolcaros en la crápula, embriagados como estáis por un sueño de bruto”.
Entonces ellos, cuando oyeron, se juntaron unánimes a mí. y yo les dije: “¿Por qué, hombres nacidos de la tierra, os habéis entregado a la muerte si teníais el poder de participar en la inmortalidad? Arrepentios, vosotros que caminásteis y que habéis tomado a la ignorancia por compañía. Libraos de la luz tenebrosa, participad en la inmortalidad cuando, de una vez para siempre hayáis abandonado la perdición.
Entre ellos, unos, después de haberse burlado de mí, se fueron por su lado pues se habían metido en el camino de la muerte. Pero los otros, arrojándose a mis pies, me urgían para que les instruyera. Yo entonces los volví a levantar y me hice el guía del género humano enseñándoles la doctrina, cómo y por qué medios serían salvos. y sembré entre ellos las palabras de la sabiduría y fueron alimentados con el agua de ambrosía. Llegada la tarde, cuando toda la luz del sol comenzó a desaparecer, les invité a dar gracias a dios. Y cuando hubieron realizado la acción de gracias cada uno se fue a dormir a su cama.
Yo grabé en mi mismo el don de Poimandres y estuve muy contento por haber sido llenado así de lo que deseaba. Pues en mí, el sueño del cuerpo se volvió sobrealerta del alma, la cerrazón de mis ojos visión verdadera, mi silencio una preñez de bienes, y la expresión de las palabras una serie de cosas buenas. Y todo me sucedió porque había recibido de mi Nous, es decir de Poimandres, el verbo del Todopoderoso. Y me encontré lleno del aliento divino de la verdad. Con toda mi alma y con todas mis fuerzas ofrezco pues a Dios esta eulogía.
“Santo es Dios, y padre de todas las cosas. Santo es Dios, cuya voluntad es realizada por sus propias Potencias. Santo es Dios, que quiere que se le conozca y que es reconocido por los que le pertenecen.
Tu eres Santo, tu, que por el verbo has hecho todo lo que es. Tu eres Santo, tu, cuya imagen ha reproducido toda la naturaleza. Tu eres Santo, tu, a quien la Naturaleza na ha hecho. Tu eres Santo, tu, más fuerte que toda Fuerza. Tu eres Santo, tu, más grande que toda excelencia. Tu eres Santo, tu, que estás por encima de las alabanzas. Recibe el puro sacrificio en palabras que te ofrecen un alma pura y un corazón que tiende hacia ti, Inexpresable, Indecible, tu a quien solo nombra el silencio.
Te suplico que ninguna caída me prive de la parte de conocimiento que corresponde a nuestra esencia, concédeme lo que te pido y lléname de potencia. Así iluminaré con esta gracia a los de mi raza que viven en la ignorancia, a mis hermanos, hijos tuyos. Sí, tengo la fe y doy testimonio de ella: voy a la vida y a la luz. Bendito eres, Padre: el que es hombre tuyo quiere ayudarte en la obra de santificación según toda la potencia que le has transmitido”.
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