El sentido de la auto observación
“La Esencia, embutida entre el mi mismo, es el Genio de la Lámpara de Aladino, anhelando libertad. Libre el Genio, puede realizar prodigios”. “La Esencia es Voluntad-Conciencia, desgraciadamente procesándose en virtud de nuestro propio condicionamiento”.
“Cuando la Voluntad se libera, entonces se mezcla, se fusiona, se integra con la Voluntad Universal, haciéndose por esto soberana”... “Quien posee Voluntad, libre de verdad, puede originar nuevas circunstancias. Quien tiene su voluntad embotellada entre el “yo pluralizado”, es víctima de las circunstancias”.
“Nadie podría llegar a la Iluminación Real, ni ejercer el sacerdocio absoluto de la Voluntad-Conciencia, si previamente no hubiera muerto en sí mismo, aquí y ahora”.
“Eliminar errores es algo mágico, maravilloso de por sí, que implica la rigurosa auto-observación psicológica”. “Ejercer poderes es posible cuando se libera, radicalmente, el poder maravilloso de la Voluntad” Se nos ha dicho que existen los sentidos internos, no lo negamos. Obviamente, hay más sentidos internos que externos.
Las distintas escuelas tienen métodos para desarrollar poderes, para desarrollar los sentidos íntimos, los sentidos internos, pero en verdad les digo, mis caros hermanos, que si queremos nosotros desarrollar los sentidos internos, debemos empezar por desarrollar el sentido de la observación de sí mismos, es decir, de la auto-observación. El sentido ese está latente en cada uno de nosotros más hay que desarrollarlo. El desarrollo solamente es posible a base de práctica.
Conforme nosotros vayamos usando tal sentido, por si mismo éste se irá desarrollando, y a medida que progresemos en la observación de sí mismos, otros sentidos van también haciéndose manifiestos y al fin (el día en que mediante la auto-observación íntima nos hayamos conocido a fondo, íntegramente, y en todos los departamentos de la Mente y del corazón), los múltiples sentidos internos que poseemos se harán manifiestos, se desenvolverán preciosamente.
He allí el porqué se nos ha dicho: “nosce te ipsum”. Hombre, conócete a tí mismo y conocerás el Universo y a los Dioses. Las gentes comunes y corrientes viven atrapadas por los sentidos externos. Sin embargo, hay gentes que ya tienen establecido, en sí mismas, un Centro de Gravedad Permanente, son aquellas personas que en vidas anteriores estuvieron en estos estudios.
Esas personas buscarán la Enseñanza, la anhelarán, sentirán que más allá del mundo de los sentidos externos hay algo. Y no se equivocan: mucho más allá de estos sentidos mediante los cuales nos ponemos en contacto con el mundo exterior, encontramos nosotros a la Esencia. En la Esencia está lo mejor que poseemos, la Esencia es la Conciencia. Es lo más decente, lo más digno de nuestro Ser. Muchos son los que se preocupan por los poderes mágicos.
Yo digo a ustedes que la Esencia despierta posee, en sí misma, bellísimas facultades. Lo que necesitamos es desarrollar la Esencia y uno no podría desarrollarla a menos que trabaje sobre sí mismo. Cuando en verdad nos preocupamos por eliminar (de nuestra naturaleza íntima) nuestros defectos psicológicos: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, etc., la Esencia, naturalmente comienza a desarrollarse maravillosamente.
Con la muerte radical del “yo”, del “mí mismo”, del “sí mismo”, la Esencia queda absolutamente libre y una Esencia libre, manifestándose a través de un cuerpo humano, a través de un cerebro (o de tres cerebros, porque realmente no sólo tenemos el cerebro intelectual, sino que también tenemos el cerebro emocional y el cerebro motor), será una Esencia naturalmente preciosísima, y resplandecerán en la misma, los poderes de la Clarividencia, de la Clariaudiencia, de la Telepatía, las facultades para el desdoblamiento astral y muchísimos otros sentidos íntimos que sería largo de enumerar.
Así, pues, el camino para conseguir poderes es el de la muerte. Por algo se nos ha dicho: “Si el germen no muere, la planta no nace”. Cuando nosotros morimos en si mismos, cuando este “querido Ego” que llevamos dentro se vuelve polvo, los poderes afloran porque surge la Esencia (surge la Esencia libre). La Esencia libre goza de muchísimas facultades, de preciosos sentidos, de capacidades asombrosas.
Existen también múltiples organizaciones (diversas organizaciones, escuelas, etc.,) para desarrollar Chakras, para conseguir poderes mágicos. Algunas de esas instituciones enseñan, definitivamente, prácticas que podríamos calificar de “Negras”. En verdad podemos afirmar, mis queridos hermanos, que si solamente nos preocupamos por desarrollar poderes y no aniquiláramos al “mí mimo”, al “sí mismo”, al “yo” de la psicología, lo más que podría suceder es que nos convirtamos en magos negros.
Las Sagradas Escrituras han hablado muy claro, el Evangelio ha dicho: “Buscad primero el Reino de Dios y su Justicia, que todo lo demás se os dará por añadidura”. Desgraciadamente, el noventa y siete por ciento de la Esencia está embotellada entre los diversos elementos que constituyen el Ego, el “yo”. Necesitamos desarrollar la Esencia, desembotellarla, desenfrascarla. Cuando lo logremos, múltiples poderes naturales, divinales, se expresarán en nosotros con toda su belleza y con todo su esplendor. No necesitamos, pues, “afanarnos” por conseguir poderes; lo que debemos “afanarnos” es por morir en sí mismos, aquí y ahora, porque “solo con la muerte adviene lo nuevo”.
Observen ustedes la vida de los grandes místicos cristianos: no se preocuparon por conseguir poderes; solamente se preocuparon por la santidad, por ir eliminando, cada uno, sus defectos psicológicos, por ir muriendo en sí mismos, y a medida que lo iban logrando, múltiples facultades supra-normales se iban expresando en ellos. A éstos se les conoció siempre como santos y de ellos hay muchos y de los más diversos orígenes, ya de Oriente o de Occidente.
“El sentido de la auto-observación psicológica, en sí mismo, es la Clarividencia, es la Imaginación Consciente, o Translúcido”. El sentido de la auto-observación íntima se encuentra atrofiado en todo ser humano. Trabajando seriamente, auto-observándose de momento en momento, tal sentido se desarrollará en forma progresiva. Las peores circunstancias de la vida, las situaciones más críticas, los hechos más difíciles, resultan siempre maravillosos para el auto-descubrimiento.
En esos momentos insospechados, críticos, afloran siempre y cuando menos lo pensamos los “yoes” más secretos, y si estamos alertas, incuestionablemente los descubrimos. Las épocas más tranquilas de la vida, son precisamente las menos favorables para el trabajo sobre sí mismo. Existen momentos de la vida demasiado complicados, en los que uno tiene marcada tendencia a identificarse fácilmente con los sucesos y a olvidarse completamente de sí mismo. En esos instantes, hace uno tonterías que a nada conducen; pero si se estuviera alerta, si en esos momentos (en vez de perder la cabeza) se acordase de sí mismo, descubriría con asombro ciertos “yoes” de los cuales jamás tuvo ni la más mínima sospecha de su posible existencia.
A medida que el sentido de la auto-observación prosiga su desarrollo, mediante el uso continuo, nos iremos haciendo cada vez más capaces de percibir en forma directa, aquéllos “yoes” sobre los cuales jamás tuvimos dato alguno relacionado con su existencia. Ante el sentido de la auto-observación íntima, cada uno de esos “yoes” que en nuestro interior habitan, asumen realmente, ésta o aquélla figura, secretamente afín con el defecto personificado por la misma. Indubitablemente, la imagen de cada uno de estos “yoes” tiene cierto sabor psicológico inconfundible, mediante el cual aprehendemos, capturamos, atrapamos instintivamente su naturaleza íntima y el defecto que le caracteriza.
En principio, el esoterista no sabe por dónde empezar: siente la necesidad de trabajar sobre sí mismo, pero se haya completamente desorientado. Aprovechando los momentos críticos, las situaciones más desagradables, los instantes más adversos, si estamos alertas, descubriremos nuestros defectos sobresalientes, los “yoes” que debemos desintegrar urgentemente. A veces puede empezarse por la ira, o por el amor propio, o por el desdichado segundo de lujuria, etc.
Es necesario tomar nota, sobre todo de nuestros estados psicológicos diarios, si es que en verdad queremos un cambio definitivo. Antes de acostarnos, conviene que examinemos los hechos ocurridos en el día, las situaciones embarazosas, la carcajada estruendosa de Aristófanes y la sonrisa sutil de Sócrates, porque puede que hayamos herido a alguien con una carcajada, o puede que hayamos enfermado a alguien con una sonrisa, o con una mirada fuera de lugar.
Recordemos que en esoterismo puro, “bueno” es todo lo que está en su lugar; “malo” es todo lo que está fuera de lugar. El agua, en su lugar es buena, pero si ésta inundara la casa, estaría fuera de lugar, causaría daños, sería mala y perjudicial. El fuego, en la cocina y dentro de su lugar, además de ser útil es bueno; fuera de su lugar, quemando los muebles de la sala, sería malo y perjudicial.
Cualquier virtud, por santa que sea, en su lugar es buena; fuera de su lugar, es mala y perjudicial. Con las virtudes podemos dañar a otros; es indispensable colocar las virtudes en su lugar correspondiente. Qué diríais de un sacerdote que estuviese predicando la palabra del Señor dentro de un prostíbulo? ¿Qué diríais de un varón, manso y tolerante, que estuviese bendiciendo a una cuadrilla de asaltantes que intentaran violarle la mujer y las hijas? ¿Qué diríais de esa clase de tolerancia llevada al exceso? ¿Qué diríais sobre la actitud caritativa de un hombre, que en vez de llevar comida a su casa, repartiese el dinero entre mendicantes del vicio? ¿Qué opinaríais sobre el hombre servicial, que en un instante dado prestase un puñal a un asesino?
Recordad, querido lector, que entre las cadencias del verso también se esconde el delito. Hay mucha virtud en los malvados y hay mucha maldad en los virtuosos. Aunque parezca increíble, dentro del mismo perfume de la plegaria también se esconde el delito. El delito se disfraza de santo, usa las mejores virtudes, se presenta como mártir, y hasta oficia en los templos sagrados. A medida que el sentido de la auto-observación íntima se desarrolla en nosotros, mediante el uso continuo, podremos ir viendo a todos esos “yoes” que sirven de fundamento básico a nuestro temperamento individual, ya sea este último sanguíneo o nervioso, flemático o bilioso.
Aunque usted no lo crea, querido lector, detrás del temperamento que poseemos, se esconden entre las más remotas profundidades de nuestras psiquis, las creaciones diabólicas más execrables. Ver tales creaciones, observar esas monstruosidades del infierno (dentro de las cuales se halla embotellada nuestra mismísima Consciencia), se hace posible con el desarrollo siempre progresivo del sentido de la auto-observación íntima. En tanto un hombre no haya disuelto esas creaciones del infierno, esas aberraciones de sí mismo, indubitablemente en lo más hondo, en lo más profundo, continuará siendo algo que no debería existir: una deformidad, una abominación.
Lo más grave de todo esto es que el abominable no se da cuenta de su propia abominación: se cree bello, justo, buena persona, y hasta se queja de la incomprensión de los demás, lamenta la ingratitud de sus semejantes, dice que no le entienden, llora afirmando que le deben, que le han pagado con “moneda negra”, etc. El sentido de la auto-observación íntima nos permite verificar, por sí mismos y en forma directa, el trabajo secreto mediante el cual, en un tiempo dado, estamos disolviendo tal o cual “yo”, tal o cual defecto psicológico, descubierto en condiciones difíciles y cuando menos lo sospechábamos.
¿Has pensado tú, alguna vez en la vida, sobre lo que más te agrada o desagrada? Tú, ¿has reflexionado sobre los resortes secretos de la acción? ¿Por qué quieres tener una bella casa? ¿Por qué deseas tener un coche último modelo? ¿Por qué quieres estar siempre a la última moda? ¿Por qué codicias no ser codicioso? ¿Qué es lo que más te ofendió en un instante dado? ¿Qué es lo que más os halagó ayer? ¿Por qué os sentisteis superior a fulano, o a fulana de tal, en un instante dado?
¿A qué hora te sentiste superior a alguien? ¿Por qué te engreíste al relatar tus triunfos? ¿No supiste callar, cuando murmuraban de otra persona conocida? ¿Recibiste la copa de licor por cortesía? ¿Aceptaste fumar, tal vez no teniendo el vicio, por el concepto de educación o de hombría? ¿Estás tú seguro de haber sido sincero en aquélla conversación? Y cuando te justificas a tí mismo, y cuando te alabas, y cuando cuentas tus triunfos y los relatas, repitiendo lo que antes dijiste a los demás, ¿comprendiste que eres vanidoso...?
El sentido de la auto-observación íntima, además de permitirte ver claramente el “yo” que estás disolviendo, te permitirá ver también los resultados patéticos y definidos de tu trabajo interior. En principio estas creaciones del infierno estas aberraciones psíquicas que desgraciadamente te caracterizan, son más feas y monstruosas que las bestias más horrendas que existen en el fondo de los mares, o en las selvas más profundas de la Tierra. Conforme avances en tu trabajo, podrás evidenciar, mediante el sentido de la auto-observación interior, el hecho sobresaliente de que aquéllas abominaciones van perdiendo volumen, se van empequeñeciendo.
Resulta interesante saber que tales bestialidades, conforme pierden volumen se empequeñecen, ganan en belleza, asumen lentamente la figura infantil y por último se desintegran, se convierten en polvareda cósmica. Entonces la Esencia enfrascada se libera, se emancipa, despierta. Indubitablemente, la mente no puede alterar fundamentalmente, ningún defecto psicológico. Obviamente, el entendimiento puede darse el lujo de rotular un defecto con tal o cual nombre, o de justificarlo, o de pasarlo de un nivel a otro, etc., más no podría por sí mismo aniquilarlo, desintegrarlo.
Necesitamos, urgentemente, de un Poder Flamígero superior a la mente, de un poder que sea capaz, por sí mismo, de reducir tal o cual defecto psicológico a mera polvareda cósmica. Afortunadamente, existe en nosotros ese Poder Serpentino, ese Fuego Maravilloso que los alquimistas medievales bautizaron con el nombre misterioso de “Stella Maris”: La Virgen del Mar, el “Azoe” de la Ciencia de Hermes, la Tonantzin del México Azteca, esa derivación de nuestro propio Ser Intimo, Dios-Madre en nuestro interior, simbolizada siempre con la Serpiente Sagrada de los Grandes Misterios.
Si después de haber observado y comprendido tal o cual defecto psicológico, tal o cual “yo”, suplicamos a nuestra Madre Cósmica particular (pues cada uno de nos tiene la suya), desintegre, reduzca a polvareda cósmica éste o aquel defecto, aquel “yo” motivo de nuestro trabajo interior, podéis estar seguros que el mismo perderá volumen y lentamente se irá pulverizando.
Todo esto implica, naturalmente, sucesivos trabajos de fondo, siempre continuos, pues ningún “yo” puede ser desintegrado jamás instantáneamente. El sentido de la auto-observación íntima podrá ver el avance progresivo del trabajo, relacionado con la abominación que nos interese verdaderamente desintegrar. Stella Maris, aunque parezca increíble, es la Signatura Astral de la potencia sexual humana. Obviamente, Stella Maris tiene el poder efectivo para desintegrar las aberraciones que en nuestro espacio psicológico cargamos.
La decapitación de Juan el Bautista, es algo que nos invita a la reflexión. No sería posible ningún cambio psicológico radical, si antes no pasáramos por la decapitación. Nuestro propio Ser derivado, Tonantzin, Stella Maris, como potencia eléctrica desconocida para la humanidad entera, y que se halla latente en el fondo mismo de nuestra psiquis, ostensiblemente goza del poder que le permite decapitar a cualquier “yo”, antes de la desintegración final.
Stella Maris es ese Fuego Filosofal que se encuentra latente en cualquier materia orgánica e inorgánica. Los impulsos psicológicos pueden provocar la acción intensiva de tal Fuego, y entonces la decapitación se hace posible. Algunos “yoes” suelen ser decapitados al comienzo del trabajo psicológico, otros en el medio y los últimos al final. Stella Maris, como potencia ígnea sexual, tiene conciencia plena del trabajo a realizar, y realiza la decapitación en el momento oportuno, en el instante adecuado.
En tanto no se haya producido la desintegración de todas esas abominaciones psicológicas, de todas esas lascivias, de todas esas maldiciones: robo, envidia, adulterio secreto o manifiesto, ambición de dinero o de poderes psíquicos, etc., aún cuando nos creamos personas honorables, cumplidoras de la palabra, sinceras, corteses, caritativas, hermosas en el interior, etc., no pasaremos de ser más que “sepulcros blanqueados”, hermosos por fuera más por dentro llenos de asqueante podredumbre.
La erudición libresca, la pseudo-sapiencia, la información completa sobre las sagradas escrituras (ya sean éstas de Oriente o de Occidente; del Norte o del Sur), la absoluta seguridad de estar bien documentados, el sectarismo intransigente, con pleno convencimiento, etc., de nada sirve, porque en realidad sólo existe, en el fondo, eso que ignoramos: creaciones del infierno, maldiciones, monstruosidades que se esconden tras la cara bonita, tras el rostro venerable, bajo el ropaje santísimo del líder sagrado, etc.
En este sentido, tenemos que ser sinceros consigo mismos, preguntarnos qué es lo que queremos. Si hemos venido a la Enseñanza Gnóstica por mera curiosidad, si en verdad no es pasar por la decapitación lo que estamos deseando, entonces nos estamos engañando a sí mismos, estamos defendiendo nuestra propia podredumbre, estamos procediendo hipócritamente. En las escuelas más venerables de la sapiencia esotérica y del ocultismo existen muchos equivocados sinceros que de verdad quieren Auto-Realizarse, pero que no están dedicados a la desintegración de sus abominaciones interiores.
Son muchas las gentes que suponen que mediante las buenas intenciones, es posible llegar a la santificación. Obviamente, en tanto no se trabaje con intensidad sobre esos “yoes” que en nuestro interior cargamos, ellos continuarán existiendo bajo el fondo de la mirada piadosa y de la buena conducta.
Ha llegado la hora de saber que somos unos malvados, disfrazados con la túnica de la santidad; lobos con piel de oveja, caníbales vestidos con traje de caballeros, verdugos escondidos tras el signo sagrado de la cruz, etc. Y por muy majestuosos que parezcamos dentro de nuestras aulas de luz y de armonía, por muy serenos y dulces que nos vean nuestros semejantes, por muy reverendos y humildes que parezcamos, en el fondo de nuestra psiquis continúan existiendo todas las abominaciones del infierno y todas las monstruosidades de la guerra.
En Psicología Revolucionaria se nos hace evidente la necesidad de una transformación radical, y ésta sólo es posible declarándonos, a sí mismos, una guerra a muerte despiadada y cruel. Ciertamente, nosotros todos no valemos nada: somos, cada uno de nos, la desgracia de la Tierra, lo execrable. Afortunadamente, Juan el Bautista nos enseñó el Camino Secreto: morir en sí mismos, mediante la decapitación psicológica.
“Es urgente decirle, a nuestros estudiantes gnósticos, que se observen a sí mismos, en qué sentido deben auto-observarse y las razones para ello. “Cuando uno de verdad quiere conocerse a sí mismo, debe auto-observarse y tratar de conocer los diferentes “yoes” que están metidos dentro de la Personalidad. Si alguno de nuestros lectores no comprende todavía esta Doctrina de los muchos “yoes”, se debe exclusivamente, a la falta de práctica en materia de auto-observación. A medida que uno practica la auto-observación interior, va descubriendo por sí mismo, a las muchas gentes, a los muchos “yoes”, que viven dentro de nuestra propia Personalidad.
Quienes niegan la Doctrina de los muchos “yoes”, quienes adoran a un “Yo Divino”, indubitablemente jamás se han auto-observado seriamente. Hablando esta vez en estilo socrático, diremos que esas gentes no sólo ignoran, sino que además ignoran que ignoran. Ciertamente, jamás podríamos conocernos a sí mismos, sin la auto-observación seria y profunda. Pero en tanto un sujeto cualquiera siga considerándose como “uno”, es claro que cualquier cambio interior será algo más que imposible”.
En tanto un hombre prosiga con el error de creerse uno, único, individual, es evidente que el cambio radical será algo más que imposible. Incuestionablemente, esta falta de unidad psicológica en el “humanoide”, es la causa de tantas dificultades y amarguras. El cuerpo físico sí es una unidad completa y trabaja como un todo orgánico, a menos que esté enfermo. Empero la vida interior del “humanoide”, en modo alguno es una unidad psicológica.
Lo más grave de todo esto, aún a despecho de lo que digan las diversas escuelas de tipo pseudo-esotérico o pseudo-ocultista, es la ausencia de organización psicológica en el fondo íntimo de cada sujeto. Ciertamente, en tales condiciones, no existe trabajo armonioso (como un Todo) en la vida interior de las personas. El hecho mismo de que el trabajo no es externo, sino interno, y quienes piensen que cualquier manual de urbanidad o sistema ético externo y superficial, les puede llevar al éxito, están de hecho, totalmente equivocados.
El hecho concreto y definitivo de que el trabajo íntimo empiece con la atención concentrada, con la observación plena de sí mismos, es motivo más que suficiente como para demostrar qué esto exige un esfuerzo personal, muy particular, de cada uno de nosotros. Hablando francamente y sin ambages, aseveramos en forma enfática lo siguiente: ningún otro ser humano podría hacer este trabajo por nosotros. No es posible cambio alguno de nuestra psiquis, sin la observación directa de todo ese conjunto de factores subjetivos que llevamos dentro.
Dar por aceptada la multiplicidad de “yoes”, descartando la necesidad de estudio y observación directa de los mismos, significa de hecho, una huida de sí mismo, una forma de auto-engaño. Sólo a través del esfuerzo riguroso que implica la observación juiciosa de sí mismos, sin escapatorias de ninguna especie, podremos evidenciar, realmente, que no somos uno, sino muchos. Admitir la pluralidad del “yo”, y evidenciarla a través de la observación rigurosa, son dos aspectos diferentes. Alguien puede aceptar la “Doctrina de los muchos yoes” sin haberla jamás evidenciado, porque esto último sólo es posible auto-observándose cuidadosamente.
Rehuir el trabajo de observación íntima, buscar evasivas, es signo inconfundible de degeneración. Mientras un hombre (repetimos) sustente la ilusión de que es siempre una y la misma persona, no puede cambiar, y es obvio que la finalidad de este trabajo es, precisamente, lograr un cambio gradual en nuestra vida interior. La transformación radical es una posibilidad definida que normalmente se pierde cuando no se trabaja sobre sí mismo. El punto inicial de ese cambio radical permanece oculto mientras el hombre continúe creyéndose uno.
Cuando pensamos que somos uno, no podemos movernos de donde estamos (en sí mismos), permanecemos estancados, y por último degeneramos, involucionamos. Cada uno de nosotros se encuentra en determinada etapa psicológica, y no podremos salir de la misma, a menos que descubramos, directamente, a todas esas personas o “yoes” que viven dentro de nuestra persona.
Es claro que mediante la observación íntima, podemos ver a las muchas gentes que viven en nuestra psiquis y que necesitamos eliminar para lograr la transformación radical. Esta percepción, esta auto-observación cambia fundamentalmente todos los conceptos equivocados que sobre sí mismos tenemos, y como resultado evidenciamos el hecho concreto de que no poseemos verdadera individualidad.
Mientras no nos auto-observemos, viviremos en la ilusión de que somos uno, y en consecuencia nuestra vida será equivocada. No es posible relacionarnos bien con nuestros semejantes, mientras no se realice un cambio interior en el fondo de nuestra psiquis. Cualquier cambio íntimo exige la eliminación previa de los “yoes” que llevamos dentro. De ninguna manera podríamos eliminar tales “yoes”, si no los observamos en nuestro interior.
Aquéllos que se sienten uno, que piensan de sí mismos lo mejor, nunca aceptarán la “Doctrina de los muchos”, ni tampoco desean observar los “yoes”, y por lo tanto, cualquier posibilidad de cambio se hace en ellos imposible. No es posible cambiar si no se elimina. Más quien se siente poseedor de la Individualidad, si aceptase que debe eliminar, ignoraría realmente qué es lo que debe eliminar. Empero, no debemos olvidar que quien cree ser uno, auto-engañado cree que sí sabe lo que debe eliminar, mas en verdad ni siquiera sabe que no sabe, es un “ignorante ilustrado”.
Necesitamos desegoistizarnos para individualizarnos, mas quien cree que posee la individualidad, es imposible que pueda desegoistizarse. La Individualidad es Sagrada en un ciento por ciento. Raros son los que la tienen, mas todos piensan que la tienen. ¿Cómo podríamos eliminar “yoes”, si creemos que tenemos un “Yo único”?. Ciertamente, sólo quien jamás se ha auto-observado seriamente, piensa que tiene un “Yo único”. Empero, debemos ser muy claros en esta Enseñanza, porque existe el peligro psicológico de confundir a la Individualidad auténtica con el concepto de alguna especie de “Yo Superior”, o algo por el estilo.
La Individualidad Sagrada está mucho más allá de cualquier forma de “yo”; la Individualidad Sagrada es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. La legítima Individualidad es del Ser, y la razón de ser del Ser, es el mismo Ser. Distíngase entre el Ser y el “yo”. Quienes confunden al “yo” con el Ser, nunca se han auto-observado seriamente.
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