La personalidad
LA PERSONALIDAD HUMANA: Un hombre nació en el año 1900, vivió sesenta y cinco años y murió. Pero, ¿dónde se encontraba antes de 1900 y dónde podrá estar después de 1965? La ciencia oficial nada sabe sobre todo esto.
Esta es la formulación general de todas las cuestiones sobre la vida y la muerte. Axiomáticamente podemos afirmar: El hombre muere porque su tiempo termina. No existe ningún mañana para la personalidad del muerto.
Cada día es una onda del tiempo, cada mes es otra onda del tiempo, cada año es también otra onda del tiempo, y todas estas ondas encadenadas en su conjunto constituyen la gran onda de la vida. El tiempo es redondo y la vida de la personalidad humana es una curva cerrada. La vida de la personalidad humana se desarrolla en su tiempo, nace en su tiempo y muere en su tiempo. Jamás puede existir más allá de su tiempo.
Esto del tiempo es un problema que ha sido estudiado por muchos sabios. Fuera de toda duda el tiempo es la cuarta dimensión. La geometría de Euclides sólo es aplicable al mundo tridimensional.
Pero el mundo tiene siete dimensiones y la cuarta es el tiempo. La mente humana concibe la eternidad como la prolongación del tiempo en línea recta. Nada puede estar más equivocado que este concepto porque la eternidad es la quinta dimensión cada momento de la existencia se sucede en el tiempo y se repite eternamente.
La muerte y la vida son dos extremos que se tocan. Una vida termina para el hombre que muere, pero empieza otra. Un tiempo termina y otro comienza. La muerte se halla íntimamente vinculada al eterno retorno. Esto quiere decir que tenemos que retornar, regresar a este mundo después de muertos, para repetir el mismo drama de la existencia. Mas si la personalidad humana perece con la muerte ¿quién o qué es lo que retorna? Es necesario aclarar de una vez y para siempre que el yo es el que continúa después de la muerte, que el yo es quien retorna, que el yo es quien regresa a este valle de lágrimas.
El niño aprende más con el ejemplo que con el precepto. La forma equivocada de vivir, el ejemplo absurdo, las costumbres degeneradas de los mayores, da a la personalidad del niño este tinte peculiar escéptico y perverso de la época en que vivimos. En estos tiempos modernos el adulterio se ha vuelto más común que la papa y la cebolla y, como es apenas lógico, esto origina escenas dantescas dentro de los hogares.
Son muchos los niños que por estos tiempos (décadas del año 1960 ó 1970) tienen que soportar llenos de dolor y resentimientos los látigos y palos del padrastro o de la madrastra. Es claro que en esa forma la personalidad del niño se desarrolla dentro del marco del dolor, el rencor y el odio. Existe un dicho vulgar que dice: “El hijo ajeno huele feo en todas partes”. Naturalmente en esto también hay excepciones, pero éstas se pueden contar con los dedos de la mano y sobran dedos. Los altercados entre el padre y la madre por cuestión de celos, el llanto y los lamentos de la madre afligida o del marido oprimido, arruinado y desesperado, dejan en la personalidad del niño una marca indeleble de profundo dolor y melancolía que jamás se olvida durante toda la vida.
En las casas elegantes las orgullosas señoras maltratan a sus criadas cuando éstas se van al salón de belleza o se pintan la cara. El orgullo de las señoras se siente mortalmente herido. El niño que ve todas estas escenas de infamia se siente lastimado en lo más hondo, ya sea que se ponga de parte de su madre soberbia y orgullosa, o de parte de la infeliz criada vanidosa y humillada, y el resultado suele ser catastrófico para la personalidad infantil. Desde que se inventó la televisión se ha perdido la unidad de la familia En otros tiempos el hombre llegaba de la calle y era recibido por su mujer con mucha alegría. Hoy en día ya la mujer no sale a recibir a su marido a la puerta porque está ocupada viendo televisión.
Dentro de los hogares modernos el padre, la madre, los hijos, las hijas, parecen autómatas inconscientes ante la pantalla de televisión. Ahora el marido no puede comentar con su mujer absolutamente nada con los problemas del día, el trabajo, etc., etc., porque ésta parece sonámbula viendo la película de ayer, las escenas dantescas de al Capone, el último baile de la nueva ola, etc., etc., etc. Los niños levantados en este nuevo tipo de hogar ultra moderno sólo piensan en cañones, pistolas, ametralladoras de juguete para imitar y vivir a su modo todas las escenas dantescas del crimen tal como las han visto en la pantalla de televisión.
Es lástima que este invento maravilloso de la televisión sea utilizado con propósitos destructivos. Si la humanidad utilizara este invento en forma dignificante ya para estudiar las ciencias naturales, ya para enseñar el verdadero arte regio de la Madre Natura, ya para dar sublimes enseñanzas a las gentes, entonces este invento sería una bendición para la humanidad, podría utilizarse inteligentemente para cultivar la personalidad humana.
Es a todas luces absurdo nutrir la personalidad infantil con música arrítmica, inarmónica, vulgar. Es estúpido nutrir la personalidad de los niños con cuentos de ladrones y policías, escenas de vicio y prostitución, dramas de adulterio, pornografía, etc. El resultado de semejante proceder lo podemos ver en los “rebeldes sin causa”, los asesinos prematuros, etc. Es lamentable que las madres azoten a sus niños, les den de palos, les insulten con vocablos descompuestos y crueles. El resultado de semejante conducta es el resentimiento, el odio, la pérdida del amor, etc. En la práctica hemos podido ver que los niños levantados entre palos, látigos y gritos, se convierten en personas vulgares llenas de patanerías y faltas de todo sentido de respeto y veneración.
Es urgente comprender la necesidad de establecer un verdadero equilibrio dentro de los hogares. Es indispensable saber que la dulzura y la severidad deben equilibrarse mutuamente en los dos platillos de la balanza de la justicia. El padre representa la severidad. La madre representa la dulzura. El padre personifica la sabiduría. La madre simboliza el amor. Sabiduría y amor, severidad y dulzura, se equilibran mutuamente en los dos platillos de la balanza cósmica.
Los padres y madres de familia deben equilibrarse mutuamente para el bien de los hogares. Es urgente, es necesario que todos los padres y madres de familia comprendan la necesidad de sembrar en la mente infantil los valores eternos del espíritu. Es lamentable que los niños modernos ya no posean el sentido de veneración.
Esto se debe a los cuentos de vaqueros, ladrones y policías. La televisión, el cine, etc., han pervertido la mente de los niños. Debemos hacer distinción entre Ego y Esencia, también es necesario distinguir entre personalidad y Esencia. El ser humano nace con la Esencia, mas no nace con la personalidad. Esta última es necesario crearla. Personalidad y Esencia deben desarrollarse en forma armoniosa y equilibrada.
En la práctica hemos podido verificar que cuando la personalidad se desarrolla exageradamente a expensas de la Esencia, el resultado es el bribón. La observación y la experiencia de muchos años nos han permitido comprender que cuando la Esencia se desarrolla totalmente sin atender en lo más mínimo el cultivo armonioso de la personalidad, el resultado es el místico sin intelecto, sin personalidad, noble de corazón pero inadaptado, incapaz.
El desarrollo armonioso de personalidad y Esencia da por resultado hombres y mujeres geniales. En la Esencia tenemos todo lo que es propio, en la personalidad todo lo que es prestado. En la Esencia tenemos nuestras cualidades innatas, en la personalidad tenemos el ejemplo de nuestros mayores, lo que hemos aprendido en el hogar, en la escuela, en la calle. Es urgente que los niños reciban alimento para la Esencia y alimento para la personalidad.
Doctrina Gnóstica develada por Samael Aun Weor
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