Tomás de Kempis

Thomas a kempisCuando yo (Samael Aun Weor)  tuve la reencarnación de Tomás de Kempis, escribí en mi libro Imitación de Cristo, en aquella antigua reencarnación una frase que dice:

Yo no soy mas porque me alaben, ni menos porque me vituperen, porque yo siempre soy lo que soy

De manera que debemos permanecer impasibles ante la alabanza y el vituperio, ante el triunfo y ante la derrota, siempre serenos, impasibles, siempre dueños de sí mismos, de nuestros propios procesos psicológicos.

La imitación de Cristo es la obra de espiritualidad más leída por los cristianos, después de la Biblia, en la que se exhorta al hombre a elegir entre dos mundos: el de la naturaleza y el de la gracia, siempre tomando a Jesucristo como modelo.

Su título viene dado por las palabras de Jesús: El que me sigue no anda en tinieblas; mas tendrá lumbre de vida, y constituye la obra cumbre de las ascética cristiana; que originalmente (siglo xv) apareció como reacción contra los excesos del racionalismo escolástico.

Tomás de Kempis C.R.S.A. (Kempen, 1380 - Zwolle, 30 de agosto de 1471) fue un canónigo agustino del siglo XV, autor de La Imitación de Cristo, una de las obras de devoción cristiana más conocida desde entonces, redactada para la vida espiritual de los monjes y frailes, que ha tenido una amplia difusión entre los miembros de la Iglesia católica; algunos importantes autores de espiritualidad cristiana le han dado gran relieve, como Teresa de Lisieux, Bossuet y Juan Bosco, entre otros.

Si bien la autoría de esta obra fue ampliamente contestada por autores posteriores, en la actualidad se tiene como histórica su atribución a Tomás de Kempis, para algunos inspirado en las obras del místico flamenco Jan van Ruysbroeck (beato Rusbroquio, muerto en 1381).

Yo enseñé desde el principio a los profetas, y no dejo hasta hoy de hablar a todos, pero muchos se ensordecen y endurecen a mi voz. Los más escuchan con mayor gusto al mundo que a Dios; siguen más fácilmente los deseos de la carne que la voluntad de Dios.

Promete el mundo cosas temporales y viles, y con gran celo le sirven; prometo yo bienes inmensos y eternos, y los corazones de los mortales languidecen.

Miserable ganancia se busca; se alterca a veces vergonzosamente por una moneda; por una cosa vana, y aun por la mera promesa de una pequeña cosa no se teme trabajar día y noche rudamente. Pero, ¡qué vergüenza! Por el bien incomparable, por la recompensa grande sobre toda ponderación, por la honra más alta y la gloria interminable se siente pereza de fatigarse siquiera un poquito.

Avergüénzate, pues, siervo perezoso y quejumbroso, de que sean los mundanos más activos para su perdición que tú para tu salvación. Más se gozan ellos en la vanidad, que tú en la realidad.

Sus esperanzas a veces les salen fallidas; mis promesas a nadie le fallan, ni dejan con manos vacías a quien en mí confía. Lo que prometí daré, lo que dije, cumpliré; pero a quien permanezca fiel a mi amor hasta la muerte.

Yo soy quien premia a todos los buenos, y el fuerte que prueba a todos los devotos. Graba mis palabras en tu corazón, y estúdialas con esmero, porque en tiempo de tentación mucho las vas a necesitar.

Lo que no entiendas al leerlo, ya lo entenderás el día que te visite. De dos modos suelo visitar a mis elegidos: con tentaciones y consolaciones. Y diariamente les enseño dos lecciones: una, reprendiéndoles sus vicios; otra, animándolos a progresar en la virtud.

Quien conozca mis palabras y las desprecie ya tiene quien lo juzgue el último día.

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