Responde Sacrificio
Estas preguntas y respuestas corresponden a la conferencia titulada "El sacrificio"
P. Maestro: ¿una ley superior lava a una ley inferior?
R. En otro instante podemos afirmar eso, pero no es lo que estamos planteando en este tema. Sin embargo podemos decir (y quiero que lo pongan entre comillas y subrayado) que cuando una ley inferior es transcendida por una ley superior, la ley superior lava la ley inferior.
Para que una ley inferior sea transcendida por una ley superior, se necesita que la ley inferior sea sacrificada por la ley superior y cuando se sacrifica viene la transformación y la transformación convierte a la ley inferior en superior.
P. Venerable Maestro: se necesitan dos Razas más, la sexta y la séptima, y como se necesitan, ¿hay una ley superior que va a ocasionar los sacrificios? Es decir, ¿quedaría lavada la Ley de la Entropía?
R. La Entropía, a la larga, sólo puede producir desórdenes, como lo vemos nosotros entre los átomos y moléculas de un cadáver en descomposición…
En una biblioteca, por ejemplo, si no se limpia, si no se pone un orden, pues se va amontonando libro sobre libro, papel sobre papel y a la larga eso es un caos que nadie entiende, un desorden. En cambio, en una transformación es diferente todo: en la transformación se produce un orden, un orden atómico.
Hay una fuerza ordenadora en todo Universo y por eso en toda molécula del Universo encontramos orden: en los pétalos de una flor hay orden, en los protones y electrones de un átomo hay orden. Obviamente, si existe orden en un átomo, en una molécula, entonces quiere decir que hay una fuerza ordenadora.
Al haber una fuerza ordenadora, tiene que ser una fuerza inteligente, porque yo no podría aceptar jamás una fuerza ordenadora surgida del acaso, el acaso no es inteligente. Ahora, si el acaso es capaz de producir una fuerza ordenadora, indudablemente ese acaso deja de ser acaso, se convierte en un principio inteligente.
Sí, por lógica exacta podemos decir que el principio directriz ordenador que fue, que es, ha sido y será es el Demiurgo Creador; sólo esa fuerza ordenadora maravillosa, que puso en actividad el Universo, puede realizar transformaciones extraordinarias; más si uno no utiliza esa fuerza ordenadora, entonces la Ley de la Entropía, poco a poco, va produciendo el desorden de las moléculas, el desorden de los átomos, el desorden de la mente, el desorden de los principios psicológicos, y así terminaremos todos igualados, convertidos en algo que no tiene la menor importancia. ¡Esa es la cruda realidad de los hechos! “Si queremos transformarnos radicalmente, necesitamos sacrificar nuestros propios sufrimientos. Muchas veces expresamos nuestros sufrimientos con canciones articuladas o inarticuladas.
Realmente voy a decirles a ustedes una gran verdad: el dolor solamente se sacrifica auto-explorándole y haciéndole la disección. Tomemos un caso concreto: pongamos que un hombre de pronto, encuentra a su mujer platicando muy quedito, por ahí en un cuarto con otro hombre. Realmente, esto puede provocarle ciertos celos. Ahora, si encuentra a la mujer ya “demasiado quedito”, en demasiada intimidad con un sujeto XX, puede haber un estallido de celos acompañado de un gran disgusto; tal vez hasta tenga una riña con el otro hombre, por celos.
Esto produce un dolor espantoso al marido, al marido ofendido, que puede dar origen a un divorcio. Hay un dolor moral horripilante; sin embargo, no era para tanto, sino que simplemente platicaba muy quedito. Al marido no le consta nada malo, pero la mente, pues, hace muchas conjeturas y aunque la mujer niegue, niegue y niegue, la mente tiene muchos ardides, muchos recovecos, pues se forman naturalmente muchas conjeturas.
¿Qué hacer para salvarse de ese dolor, cómo aprovecharlo? ¿Cómo renunciar al dolor que le ha producido eso? Hay una forma de resolverlo, de sacrificar ese dolor. ¿Cuál? La auto-reflexión evidente del Ser, la auto-exploración de sí mismo. ¿Están seguros ustedes, por ejemplo, que nunca han tenido relación con otra mujer? ¿Se está seguro que jamás se ha acostado uno a dormir con otra fémina? ¿Se está seguro de que jamás uno no ha sido adúltero, ni en esta ni en pasadas existencias? Claro está que no, que todos en el pasado fuimos adúlteros y fornicarios, eso es obvio.
Si uno llega a la conclusión, pues, de que uno también fue fornicario y adúltero, entonces ¿con qué autoridad está juzgando a la mujer? ¿Por qué lo hace? Al juzgarla, lo hace sin autoridad. Ya Jesús el Cristo en la parábola de la mujer adúltera, aquélla mujer de los Evangelios Crísticos, exclamó: ¡El que se sienta libre de pecado, que arroje la primera piedra! Nadie la arrojó, ni el mismo Jesús se atrevió a arrojarla.
Le dijo: ¿Dónde están los que te acusaban? Ni yo mismo te acuso; vete y no peques más”. Ni él mismo, que era tan perfecto no se atrevió siendo él; ahora nosotros, ¿con qué autoridad lo haríamos?
Entonces, ¿quién es el que nos está proporcionando el sufrimiento, el supremo dolor? ¿No es acaso el demonio de los celos? ¡Obviamente! ¿Y qué otro demonio? El yo del amor propio, que ha sido herido mortalmente, pues el yo del amor propio es egoísta en un ciento por ciento… ¿Y qué otro? El yo, dijéramos, de la auto-importancia se siente muy importante se dirá: yo, que soy el señor don fulano de tal, ¿y que esta mujer venga aquí, con esa clase de conducta? ¡Vean qué orgullo tan terrible el del señor de la auto-importancia…! O aquél otro de la intolerancia que dice: ¡Fuera, adúltera; te condeno, malvada; yo soy virtuoso, intachable! He ahí pues, el delito dentro de uno mismo; ese tipo de yoes son los que vienen a producir el dolor.
Cuando uno ha llegado a la conclusión de que son esos “yoes” los que le han provocado el dolor, entonces se concentra en la Divina Madre Kundalini y ella desintegra esos “yoes”. Al quedar desintegrados ya, el dolor termina. Al terminar el dolor, queda la Conciencia libre; entonces mediante el sacrificio del dolor se ha aumentado la Conciencia y se ha adquirido fortaleza, mediante el sacrificio del dolor. Ahora supongamos que no sean simples celos, sino que hubo adulterio de verdad; entonces tendrá que venir el divorcio, porque eso lo autoriza la Ley Divina.
En este caso, también puede decirse con absoluta seguridad que se puede sacrificar también ese dolor y decir: Bueno, ya adulteró; ¿estoy seguro yo de no haber adulterado jamás? Entonces, ¿por qué condeno? No tengo derecho a condenar a nadie, porque el que se sienta limpio de pecado, que arroje la primera piedra. ¿Quién es el que me está proporcionando el dolor? Los yoes de la intolerancia, de la auto-importancia, de los celos, del amor propio, etc.
Ya que se llegó a la conclusión de que son esos los que nos están ocasionando el dolor, debemos trabajar para desintegrarlos y el dolor desaparece, queda eliminado. ¿Por qué? Porque se ha sacrificado y eso trae un aumento de Consciencia, pues aquellas energías que estaban involucradas en el dolor, quedan liberadas. Esto trae no solamente la paz del corazón tranquilo, sino que además trae un aumento de la Conciencia, un acrecentamiento de la Consciencia; eso se llama sacrificar el dolor. Pero la gente es capaz de todo menos de sacrificar sus dolores, quieren mucho a sus dolores y resulta que los máximos dolores son los que le brindan a uno las mejores oportunidades para el despertar, para el despertar de la Conciencia.
Pero hay que sacrificar el dolor y existen muchas clases de dolores. Por ejemplo, un insultador. ¿Qué provoca un insultador? Pues el deseo de venganza inmediatamente, muy inmediatamente. ¿Por qué? Por las palabras dichas. Pero si uno no se identifica con los yoes de la venganza, es claro que no contestaría al insulto con el insulto; pero si uno se identifica con los yoes de la venganza, éstos lo relacionan a uno con otros yoes más perversos y termina uno en manos de yoes terriblemente perversos y haciendo grandes disparates.
Así como existe fuera de nosotros la ciudad la ciudad de México, por ejemplo o cualquier ciudad del mundo y así como en la ciudad ésta de la vida urbana, común y corriente, hay gentes de toda clase: colonias de gentes buenas, colonias de gentes malas, así también sucede con la ciudad interior, con la ciudad psicológica; en esa ciudad psicológica viven muchas gentes, muchas gentes nuestros propios yoes son esas gentes que viven allí y hay colonias de gentes decididamente perversas, hay colonias de gentes medias y hay colonias de gentes más o menos selectas. Nuestra propia ciudad psicológica es eso.
Si uno se identifica por ejemplo con un yo de venganza, ése a su vez lo relaciona a uno con otros yoes de barrios muy bajos, donde viven asesinos, ladrones, etc., y al relacionarse con ésos, esos a su vez legan y lo controlan a uno, le controlan el cerebro y resulta haciendo barbaridad y media, va uno por último, a parar a la cárcel. Pero ¿cómo evitar, entonces, caer uno en semejantes tugurios? No identificándose con el insultador, no identificándose.
Hay yoes dentro de uno mismo que le dictan lo que debe hacer y le dicen: Contesta, véngate, sácate el clavo, desquítate! Si uno se identifica con ésos, termina haciéndolo: contestando pues al insultador, termina uno vengándose, desquitándose, etc. Pero si uno no se identifica con el “yo” que le está dictando a uno que haga semejante locura, pues entonces no hace eso.
En todo caso, el insultador deja en el fondo del insultado o del ofendido, deja dolor. Lo interesante sería que el ofendido pudiera sacrificar ese dolor y puede sacrificarlo a través de la meditación. Comprender que el insultador es una máquina que está controlada por determinado yo insultante y que lo ha insultado un yo. Comprender también que uno es una máquina y que dentro tiene yoes de insulto. Entonces, si uno compara y dice: Aquél me insulta, pero dentro de mí también existen yoes del insulto; luego no tengo por qué condenar a aquel, si yo cargo dentro de mí también yoes de insulto, no tengo por qué condenarlo.
Además, ¿qué es lo que se ha herido en mí?” Posiblemente el amor propio, posiblemente el orgullo, entonces tiene uno que descubrir si fue el amor propio, el orgullo ¿o qué? Cuando uno ha descubierto quién fue el que se hirió, pues si sabe que fue el orgullo, debe desintegrar el orgullo y si sabe que fue el amor propio, debe desintegrar el amor propio. Esto da como resultado que al desintegrar eso queda libre del dolor, ha sacrificado el dolor y en su reemplazo ha nacido una virtud: la de la serenidad. Ha despertado aún más.
Hay que tener en cuenta estos factores y aprender a sacrificar el dolor. La gente es capaz de sacrificarlo todo, menos el dolor: quieren mucho sus propios sufrimientos, los idolatran; he ahí el error. Aprender a sacrificar uno sus mismos dolores, es lo interesante para poder despertar Conciencia. Claro no es cosa fácil, el trabajo es duro y contra uno mismo es algo muy duro, no es muy dulce, pero sí vale la pena ir uno contra uno mismo, por los resultados que va a obtener: el despertar.
P. Venerable Maestro: ¿qué es un Paramartasaya?
R. ¿Qué podría decirte de un Paramartasaya, de un habitante del Absoluto? No se alcanza semejante estatura sino mediante sucesivos despertares de la Conciencia y no se puede llegar a los sucesivos despertares de la Conciencia, sin aprender a sacrificar los propios sufrimientos. Porque, en realidad de verdad, cada vez que uno sacrifica un sufrimiento, se acrecienta la Conciencia y se adquiere más fortaleza psicológica.
Sacrificar el dolor: esa es la clave más extraordinaria que hay para ir logrando el despertar de la Conciencia. Esos sucesivos despertares, a su vez van, dijéramos, acrecentando o intensificando el desarrollo de la Razón Objetiva, que pertenece como ya dije a la mente interior profunda.
Hay que ir despertando la Conciencia y conforme uno va despertando la Conciencia, va pagando Karma y lo va pagando si uno, por ejemplo, se hace consciente del dolor que le produjo un negocio mal hecho. Supongamos, por ejemplo, que descubre que el “yo” de la ambición estaba allí activo; entonces lo desintegra y paga Karma; o si descubre que el “yo” de la ambición estaba allí activo, paga Karma al desintegrarlo. Obviamente, si las gentes aprovecharan hasta el más ínfimo suceso de su vida para sacrificar el dolor, a la hora de la muerte desencarnarían con la Conciencia lúcida, despierta, y completamente libres de Karma.
Ahora, en la práctica hemos podido evidenciar que realmente los demás no son los que nos producen a nosotros los dolores, los sufrimientos; los provocamos nosotros mismos. Por ejemplo, supongamos que a uno de ustedes un ladrón le roba su cartera. Al saberlo exclamarán: ¡Me acaban de robar, he perdido mi dinero!” Luego viene la angustia: ¡Quedé sin dinero, ¿y ahora qué voy a hacer? Pero vamos a ver: ¿el ladrón nos produjo el dolor, o quién? Ustedes dirían que el ladrón, pero si se auto-exploran, descubrirán que dentro de ustedes está el yo del apego al dinero, o el del apego a la cartera y detrás puede estar también el yo del temor que exclama: “Y ahora ¿qué haré sin mi dinero?”
De manera que allí están el yo del apego y el yo del temor; esos yoes”producen angustia. Pero si uno a través de la meditación comprende que el dinero es pasajero, que las cosas materiales son vanas e ilusorias; si se hace consciente de esa verdad, si esa verdad no queda simplemente en el intelecto sino que pasa a la Conciencia; si llega uno a comprender que estaba apegado a su cartera y a su dinero, si llega uno a comprender que tiene temor de verse sin dinero frente a los problemas de la vida, entonces se propone, naturalmente, acabar con esos dos yoes: el del temor y el del apego.
Cuando uno dice: voy a sacrificar el dolor, porque éste es vano e ilusorio, y le hace la disección a ese dolor y llega a comprender que en realidad es vano e ilusorio porque la cartera o el dinero son puras sandeces termina entonces desintegrando el “yo” del apego al dinero y el yo del temor. En esa forma se sacrifica el dolor y éste desaparece. Al llegar a estas alturas viene a darse cuenta quién era en verdad el que le estaba provocando el dolor, que no fue el ladrón el que le estaba produciendo el dolor, sino el “yo” del apego a las cosas materiales y el yo del temor.
Y lo viene a comprobar después que sacrifica el dolor, después de desintegrar los “yoes” del temor y del apego: entonces comprende que las causas del dolor las lleva uno dentro de sí mismo, no fuera de sí mismo. Indubitablemente, si uno no sacrifica el dolor, no será feliz jamás. Recopilación de varias cintas.
El Cristo Sol se crucifica en nuestro planeta Tierra para dar vida a todo lo que existe: después de su muerte resucita en toda la creación y madura entonces la uva y el grano. La Ley del Logos es el sacrificio. La Entropía es una Ley involutiva, descendente, de carácter igualativo y degenerativo. No se puede vencer a la Ley de la Entropía sin la transformación, eso es obvio.
Nosotros no estamos afirmando que Entropía y transformación sean una misma cosa; decimos que hay que vencerla con la transformación y la transformación sabemos que solamente se produce mediante el sacrificio de una fuerza inferior en aras de una fuerza superior”. “Miremos nosotros un panteón: un rico puede ser llevado hasta en una urna de oro y un pobre hasta en una de madera, común y corriente, pero la muerte lo iguala todo; al fin, tan esqueleto el uno como esqueleto el otro, la Ley de la Entropía tiende a igualarlos a todos
El que quiera cambiar, necesita sacrificar algo; son muchísimos los sacrificios que se necesitan para cambiar radicalmente. Todos tienen algo que sacrificar, excepto los definitivamente perdidos; estos ni siquiera pueden ser ayudados.”Para cambiar es necesario saber, para saber hay que aprender y para aprender hay que hacer grandes sacrificios”.Realmente, el individuo sólo aprecia lo que le ha costado sacrificio, esa es la Ley. Todo cuesta, nada se da regalado; cada cual solo puede lograr la cantidad que ha dado por ello.
No existe otro camino para lograr el cambio radical: el sacrificio consciente es el único camino. ¿Es acaso poco sacrificar la lujuria, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la ira, la codicia, etc.? Sólo por el camino del sacrificio lograremos el cambio radical. Si realmente queremos crear nuevas causas, necesitamos urgentemente nuevos sacrificios; sólo así lograremos el cambio radical, sólo así podremos cambiar este orden de cosas y salir del círculo vicioso en el que fatalmente estamos metidos
En realidad, el sacrificio es una transmutación de fuerzas. La energía, latente en el carbón ofrecido en el altar de la locomotora, es transformada en la energía dinámica del vapor mediante los instrumentos empleados. Existe un mecanismo psicológico y cósmico a la vez que cada acto de sacrificio pone en juego y por el cual éste se transforma en energía espiritual, la que a su vez, puede ser aplicada a otros diversos mecanismos y reaparecer sobre los planos de la forma en un tipo de fuerza integrante absolutamente distinta de lo que realmente fue en su origen. Por ejemplo, un hombre puede sacrificar sus emociones a su carrera, o una mujer su carrera a sus emociones.
Algunas personas están dispuestas a sacrificar sus placeres terrenales por las dichas del espíritu. Sin embargo, es muy difícil que haya alguien dispuesto a renunciar a sus propios sufrimientos, a sacrificarlos por algo superior.
Sacrificad el supremo dolor muy natural que resulta del fallecimiento de un ser querido y tendréis una espantosa transmutación de fuerzas, cuya secuencia será el poder para haceros invisibles a voluntad.
El Doctor Fausto sabía hacerse invisible a voluntad; es claro que el citado mago había conseguido ese poder a base de sacrificio.
Para ver la conferencia hacer CLICK aquí
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