Samael responde

SamaelLas respuestas corresponden a la conferencia  "El mundo en que vivimos"

Estudiante. Maestro, nos ha explicado usted el proceso por el cual debe pasar el conocimiento, a fin de que éste se torne consciente.

Mi pregunta es: ¿la naturaleza de la Verdad es de carácter emocional o es de carácter instintivo?  

Maestro. La Verdad es algo que no se puede definir, porque si se define se desfigura.

Pero sí podemos decir nosotros que los pasos para que el conocimiento se vuelva consciente, se hallan trazados de la siguiente forma: primero se estudia, para que luego el conocimiento quede depositado en la memoria.

Segundo paso, se medita con la intención de aprehender el hondo significado del conocimiento depositado en la memoria; cuando eso sucede, el conocimiento (mediante la meditación) pasa a la parte emocional del centro intelectual, y esto hay que explicarlo…

El centro intelectual tiene tres partes: la parte intelectual superior, la parte emocional y la parte motora.

Diríamos que el conocimiento pasa a la parte emocional del centro intelectual; entonces comenzamos a sentirle cierto sabor a aquello que hemos depositado en la memoria.

En un estadio más avanzado de la meditación, aquel conocimiento ya abandona definitivamente el centro intelectual, para quedar depositado, estrictamente, dentro del centro emocional y ulteriormente, mediante la técnica de la meditación, logramos que al fin pase el conocimiento del centro emocional a la Esencia.

En la Esencia, pues, queda depositado el tal conocimiento, es decir, la Verdad o las Verdades que podamos llevar a la Esencia; para hablar más claro, tienen un sabor más bien emocional (mas no hablo de emociones inferiores, sino de emociones de tipo superior).

La emoción superior permite a cualquier Verdad pasar a la Esencia, donde viene a quedar depositada; pero el frío intelecto analítico de un Aristóteles, por ejemplo, es completamente cojo, no permitiría jamás al conocimiento volverse consciente, se quedaría depositado estrictamente en la memoria y eso es todo… Por eso es que, dijéramos, entre los sistemas aristotélicos (que es puro y frío razonamiento) y los sistemas platónicos o porfídicos (de Porfidio), yo prefiero a Platón.

Los métodos neoplatónicos o las Escuelas de Jámblico y de Porfidio, son emocionales y permiten llevar el conocimiento a la Conciencia, es decir, permiten que el conocimiento se vuelva consciente, cosa que jamás se lograría con el frío razonamiento aristotélico; ¡eso es todo!… ¿Hay alguna otra pregunta? – Estudiante. Venerable Maestro, ¿en qué forma podríamos lograr que los niños, a medida que su nueva Personalidad se va formando, no se dejen atrapar por los “Yoes”?

 Maestro. Pues la Verdad es lo que es (VERBUM EST CODEX)…

Obviamente, pues, en un niño recién nacido está la Esencia, una mínima fracción, que es la que se expresa a través de él; por eso es hermoso, dijéramos, y sublime. Desgraciadamente, y es lo peor, tarde o temprano (sobre todo después de que se cierra la fontanela frontal de los recién nacidos), los “Yoes” comienzan a expresarse, comienzan a meterse dentro del cuerpecillo, porque están sin disolver…

Si pudiéramos orientar a los niños desde la infancia, deberíamos enseñarles verdaderamente el camino de la Gnosis, mostrarles lo que es el Ego, etc. Pero esto requiere ya; esto ya sería, dijéramos, capítulo aparte, sería cuestión de otra plática, y sería muy largo hablar sobre la educación de los niños; únicamente me limito a decir que mientras existan los “Yoes”, tendrán ellos que expresarse.

Lo deseable es que nosotros desintegremos los “Yoes” para que la Esencia quede libre. Al volver, al retornar, al reincorporarnos en un nuevo vehículo, vendríamos entonces completamente despiertos y seguiríamos con firmeza por la “Senda del Filo de la Navaja”, seríamos diferentes. Desgraciadamente al reincorporarnos, tarde o temprano los “Yoes” comienzan a manifestarse, y cuando ellos comienzan realmente a entrar en el cuerpo, a expresarse a través de nosotros, obviamente, perdemos esa belleza, propia del recién nacido… Por algo es que el Cristo dijo: “Hasta que no seáis como niños, no podréis entrar al Reino de los Cielos”…

Nosotros necesitamos reconquistar la inocencia en la mente y en el corazón. Muchos creen que la inocencia lo hace a uno más débil, más tonto; que cualquiera lo puede explotar miserablemente, que como es inocente, todo el mundo “monta en él”. Mas ese es un concepto falso, emitido por el Ego, porque el Ego se cree fuerte, omnipotente y poderoso, y realmente no lo es, pero él cree que es muy fuerte… La Verdad es que cuando uno desintegra el Ego, crea la inocencia pero con sabiduría, porque la desintegración de cada “elemento” nos da sapiencia…

Fíjense ustedes, dijéramos, en lo que es el proceso de la ira. ¿Cuántas son las situaciones de la ira? Múltiples, ¿verdad? Puede haber ira por un ataque de celos, puede haber ira porque nos sentimos defraudados, pude haber ira por amor propio, porque alguien nos hirió el amor propio, etc. Bien, estudiar la ira es muy interesante: ¿cómo se procesó la ira?, ¿por qué tal situación de ira?, ¿cómo estalló? Así es que, cuando disolvemos algún “Yo” de la ira, es porque lo hemos previamente comprendido, y en esto de “haberlo comprendido” hemos adquirido una sabiduría formidable, única…

Si ustedes quieren el PAN DE LA SABIDURÍA, tienen que ir comprendiendo cada uno de los “elementos indeseables” que van a desintegrar, y a medida que los comprendan, irán adquiriendo sapiencia. Total que, cuando uno desintegra la totalidad del Ego; que ha liberado la Esencia, queda inocente pero con sabiduría y la sabiduría, la sapiencia, lo protege porque le permite conocer no solamente lo bueno y lo malo, sino lo malo de lo bueno y lo bueno de lo malo.

Estudiante. Maestro, ¿es cierto que los Egos, a medida que se van disolviendo, se van haciendo cada vez más chiquitos, cada vez más “chaparritos”, y que van dejando su forma horrenda, se van tornando bonitos, por decirlo así?

Maestro. ¡Así es! Los “Yoes” tienen variadas formas. Hay “Yoes” monstruosos que parecen verdaderas bestias horripilantes; cualquier clarividente que los observe, se horroriza… Ustedes han visto que los niños recién nacidos suelen asustarse, que de pronto resultan dando gritos sin motivo alguno. Pues, se debe a que ellos ven ciertos de sus propios “Yoes”, que pasan cerca de la cuna, y esto les causa pavor. Si eso sucede a los niños recién nacidos, ¿qué no sucederá a las gentes que viven en el abismo? Tienen ante su vista a sus propios “Yoes”, y entonces se producen espantos y horrores indescriptibles. Pero, conforme uno va, aquí en el mundo, disolviendo los “Yoes”, éstos se van empequeñeciendo.

Supongamos que queremos disolver un “Yo” de envidia; en principio será aquél un monstruo horrendo, pero a medida que lo trabajamos va perdiendo volumen, se va empequeñeciendo y se va embelleciendo; por último toma la forma de un niño y el niño se va achicando cada vez más, hasta que por último se desintegra, ya convertido en polvareda cósmica. Hasta allí se cumple eso que dice el Cristo: “Hasta que no seáis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”… Así, pues, necesitamos nosotros desintegrar todos los “Yoes” para que la Esencia quede libre y se exprese en nosotros con toda su belleza, con toda esa naturalidad, con toda esa espontaneidad…

Ya les he dicho a ustedes que tenemos más sentidos internos que externos, y que debemos empezar por usar, desarrollar ese sentido de la observación de sí mismos; a medida que lo usemos, otros sentidos internos se van también desarrollando, eso es obvio… Así, pues, mis queridos hermanos, necesitamos trabajar intensamente sobre sí mismos. ¿Algún otro hermano desea preguntar?

Estudiante. Nos decía usted, Venerable Maestro, que algunas personas tienen establecidas en sí mismas, un Centro de Gravedad Permanente y que sus Esencias permanecen inmutables, que no han sido deterioradas o alteradas. ¿Se refiere esto a los Maestros caídos, a los Bodhisattvas?

Maestro. Bueno, el Centro de Gravedad Permanente lo tiene toda persona que en vidas anteriores, que en sus existencias anteriores estuvo en esta clase de estudios, que trabajó antes sobre sí misma. Gentes así, forman su Centro de Gravedad, un Centro de Gravedad; unos lo tendrán más fuerte y otros menos fuerte. Cuando alguien tiene un Centro de Gravedad específico, porque ha trabajado en vidas anteriores, incuestionablemente al volver al mundo, le vienen a esa persona todos los elementos que necesita para su avance: libros, instructores, etc.; todo le viene, eso es todo…

Estudiante. Maestro, todos los que hemos tratado con niños pequeños sabemos muy bien que en ocasiones, se dan en ellos ciertas expresiones de disgusto, de eso que llamamos “berrinches”. ¿Podrían considerarse tales manifestaciones como expresiones del “Yo” pluralizado o de algún “Yo” específico?

Maestro. ¡Así es! Ya esos “Yoes” se expresan con libertad, y a medida que el niño va creciendo, la oportunidad o las oportunidades para la expresión de los diversos “Yoes” son cada vez mayores, hasta que al fin, definitivamente se expresa en uno todo el “Yo” pluralizado y eso es lo que nos hace feos, horrorosos. Si a través de nosotros se expresara únicamente la Esencia, gozaríamos de la belleza de Dios; de tal belleza emana, a su vez, eso que se llama “AMOR”…

¿Por qué hay tantas confusiones en el mundo? Vean ustedes que los “humanoides” no se entienden unos a otros. Voy a ponerles a ustedes un caso concreto. Una dama, de pronto, por ejemplo, resuelve atender a un caballero porque “le cayó bien”, porque “le cayó” muy simpático, etc. Puede hacerlo desinteresadamente; no tiene tal dama, dijéramos, ningún pensamiento de lujuria, no está enamorada del caballero, únicamente le parece una buena persona y se preocupa por atenderlo en estos o aquellos menesteres, etc. Pero, ¿qué sucede? El caballero tiene Ego y el Ego controla los cinco cilindros de la máquina.

Como el Ego controla aquellos cinco cilindros de la máquina, pues, entonces interpreta como se le antoja y aquellas buenas maneras de la dama; en vez de pasar, dijéramos, al centro emocional, pues pasa a otro cilindro: al centro instintivo-sexual, y entonces surge en aquel caballero la lujuria.

La mente, claro, viene a quedar controlada por el sexo, como siempre se ha visto, y dice el caballero: “Aquella dama está enamorada de mí, posiblemente le caigo bien”… Tiempo después comienza a hacerle propuestas de tipo sexual; la dama se sorprende y dice: “Imposible, si yo le estaba atendiendo a él desinteresadamente, y este señor ha malinterpretado mis buenos modales, mis buenas maneras”… Sí, las ha malinterpretado. ¿Por qué las ha interpretado mal? Porque tiene Ego y el Ego controla los cinco cilindros de la máquina; pero si aquel caballero no tuviera Ego, si fuera la Esencia únicamente la que controlara los cinco cilindros de la máquina, las atenciones de aquella dama pasarían al centro emocional y éste se expresaría con agrado puro y verdadera belleza; no habría, pues, mala interpretación…

Y el ejemplo que pongo, en este sentido, puede extenderse a muchos otros sentidos. Decimos una palabra y otro la interpretó mal. ¿Por qué la interpretó mal? Porque no la interpreta con el centro correspondiente, la interpreta con un centro que no corresponde. Emitimos un concepto intelectual, por ejemplo, y puede ser que el centro emocional (no el superior, sino el inferior) reciba aquel concepto intelectual y lo malinterprete, piense que se le está hiriendo el amor propio, que este individuo con ese concepto le ha lanzado una ironía, de modo tal que reaccione con ella. Total, no nos entendemos los unos a los otros. ¿Por qué? Por el Ego, y éste es una verdadera “Torre de Babel”. Y no podremos entendernos los seres humanos sobre la faz de la Tierra, mientras haya Ego.

Habrá guerras y rumores de guerra, habrá huelgas, habrá violencia, odio, etc., etc., etc., mientras no disolvamos el Ego… El Ego nos ha vuelto horribles a todos, no gozamos de la verdadera belleza; debido a eso, a que tenemos el Ego, somos feos, espantosamente feos…

Si ustedes vieran cuán bellas son las Esencias libres de Ego; uno se llena de éxtasis, por ejemplo cuando con sus facultades superiores penetra en un jardín y ve a los “elementales” inocentes de las flores desprovistos de Ego; a los “elementales” de los árboles, como niños llenos de belleza, desprovistos de Ego (no tienen Ego, no hay problemas entre ellos, viven en un verdadero paraíso, estos paraísos elementales de la naturaleza, y gozan de preciosas facultades, las facultades libres de la Esencia)…

Así pues, hermanos, mientras nosotros estemos como estamos, será imposible que gocemos de la felicidad verdadera, pero el día que logremos la inocencia, el día que muramos en sí mismos, podremos departir maravillosamente con las criaturas inocentes de toda esta creación y convivir con ellas en los paraísos, en los diversos paraísos elementales. ¡Pero con Ego no!; así, con Ego, los príncipes del fuego, del aire, de las aguas y de la tierra nos cierran las puertas… ¡Somos monstruos horribles!

Cuando yo estoy en meditación, hermanos, y de pronto alguien viene a visitarme, me doy cuenta porque llegan a mí las vibraciones horribles, siniestras, del visitante; me doy cuenta que quien viene, trae Ego. ¿Con qué podría comparar a alguien, a quiénes tienen Ego? A Frankenstein no, porque Frankenstein es una ficción que no tiene ningún valor científico… ¿Entonces a quién? ¡Al Conde Drácula! Ese es el tipo de vibraciones que carga cualquier persona que tenga Ego.

Ahora comprenderán ustedes por qué las criaturas de los elementos se horrorizan cuando ven a alguien que tiene Ego, y huyen despavoridas… ¿Me han entendido? Bueno, hasta aquí la plática, mis caros hermanos.

Samael Aun Weor 

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