Testimonios jinas
En tiempos de Antagerges, hubo el caso, pues, en Persia, de una tribu que apareció por allí, una tribu muy extraña. Bueno, y aquella tribu vivía en sus casas, triunfante, victoriosa, y entonces Antagerges resolvió someterlos, llenarlos de impuestos y dominarlos, y mandó gentes para someterlos a su cetro.
Pero cuando las gentes llegaron buscarlos, a buscar aquella raza, aquella raza había desaparecido: ya no habían casas ni había nada en el lugar donde antes estaban.
Sin embargo, recibió Antagerges un regalo muy extraño, enviado por las gentes de esa raza. Recibió unas plumas de águila, que tenía su significado; significaba que hasta que él no fuera dueño del elemento aire, no podría llegar a dominarlos a ellos.
Recibió algo que significaba que hasta que él no dominara el elemento agua, no podría someterlos a ellos. Recibió un topo, que significaba que hasta que el no dominara el elemento tierra, no podría llegar a dominarlos a ellos.
Y recibió también algo, una salamandra, lo que significaba que hasta que el no dominara el fuego, no podría dominarlos a ellos. Para poder ellos someterse a él, le exigían dominio del fuego, de los aires, de las aguas y de la tierra. El día que él lograra ese dominio, con mucho gusto ellos se sometería a su cetro. Antes no, porque no se le reconocía autoridad.
Qué hizo aquel gran señor, aquel gran rey? ¡Callarse el pico; no le quedó más remedio! Si él no dominaba los elementos, ¿qué iba a hacer?
Diálogo entre el Maestro Samael Aun Weor, y algunos discípulos sobre los Estados Jinas.
P.- Maestro, las leyes que rigen esa Cuarta Coordenada, ¿son iguales a las de esta tercera dimensión?
R.- Son distintas las leyes, porque en la Cuarta Vertical se puede flotar con cuerpo de carne y hueso. En la Cuarta Vertical, las leyes son distintas; eso es claro.
P.- Maestro, tengo entendido que aquí, en el bosque de Chapultepec, hay un templo en estado de Jinas. ¿Puede usted pasar a cualquier hermano hacia ese templo, pero con cuerpo físico?
R.- Sí se puede, cuando los Adeptos del templo lo autorizan; porque no vamos nosotros a echar abajo las puertas del templo, ¿no? Hay que, primero, tener la autorización. Todo eso tiene sus leyes; uno no tiene derecho a entrar, al templo de Chapultepec, si antes no es debidamente autorizado, y para ser autorizado, pues tiene uno que merecérselo. Ese es un templo de la Cuarta Vertical; eso es todo.
Ahora, meterse uno dentro de la Cuarta Vertical, no es tan difícil, no es tan difícil. Con un poquito de práctica, se hace. Todo lo que se necesita es tener fe, mucha fe.
P.- ¿Se sale vestido?
R.- Pues, por lo común se va uno con piyama ¿no? Por eso, antes de salir de la casa, es aconsejable hacer el ensayo: dar el saltito, para ver si flota; porque no sería muy agradable salir uno con “paños menores” a la calle. No, uno hace primero el ensayo, adentro, para ver si flota, y si flota, pues se da el lujo de irse. Si no flota, es porque no agarró la Cuarta Vertical, y entonces vuelve a su camita y repite el experimento.
P.- ¿Y para volver, después de haber viajado en estado de Jinas?
R.- ¿Para volver? Pues hay una ley en la Cuarta Vertical, según la cual “todo regresa a su punto de partida”. Les voy a contar una experiencia vivida: Cierta vez me puse a llamar a unas personas Jinas, para que me ayudaran. En la Cuarta Vertical viven gentes, razas enteras, y llamé a ciertas personas Jinas de los mundos Jinas, de las tierras Jinas, para que vinieran a ayudarme.
Toda la santa noche, yo ahí, acostado de medio lado, con la cabeza puesta sobre la palma de la mano, llamando a esas personas de los estados Jinas, para que vinieran. Al fin, por ahí a las dos o tres de la mañana, cuando me encontraba en un estado de laxitud muy especial, alguien me toca el brazo. Vuelvo a mirar, y veo a una dama que está allí, joven, que me dice: ¡Bueno, levántese! Y yo me dije: Así despierto, como estoy en este momento, y levantarme? Pero como soy un hombre de fe, pues me levanté de mi cama, me puse de pie.
Luego veo, con asombro, que en mi mesita que había allí con unas sillas, dentro de la recámara, estaban otras dos damas, sentadas alrededor de la mesa. De manera que con ella, eran tres.
Tenían algunos Tarot, y a través del Tarot ellas consultaban sobre cuál era la que iba a cargar con la responsabilidad de llevarme a mí hacia Europa. Bueno, la suerte le cayó a la que me llamó. Entonces ésta me dijo: A mí me toca llevarlo. Se lo agradezco mucho respondí. Volvió a decir: ¡Salgamos! Yo caminé, atravesé un patio, agarré un largo pasadizo, abrí la puerta y salí a la calle, al abrir la puerta, no se abrió la puerta física. ¿Qué puerta se abrió? La contraparte de la puerta.
Entonces yo salí a la calle. Dije: “Bueno, como que soy el único que va por entre la Cuarta Vertical”. Más, grande fue mi asombro cuando salgo y encuentro que muchas otras personas, hombres y mujeres, viven en la Cuarta Dimensión, con cuerpo de carne y hueso.
P.- Maestro: ¿los que están en Cuerpo Astral puede ver a los que están en Jinas, y viceversa?
R.- Sí, todo; allí se revuelven los vivos y los muertos, todo el mundo. Bueno, total que ya, entonces, eché a andar por esas calles; pero me dio, francamente, una gran alegría, era uno de mis primeros viajes, con cuerpo de carne y hueso, entre la Cuarta Dimensión.
Tan grande alegría me dio, que resolví levantarme a flote hasta las nubes, y luego, desde allí, tirarme “en picada”, como un avión. Tuve que dejar esas payasadas, esos juegos violentos, y todo, cuando me llamó al orden la dama. Me dijo:
“Señor, yo tengo una gran responsabilidad moral con usted. Si usted continúa con eso, pues usted se va a matar, se puede matar. Recuerde que va cargando con el cuerpo; usted puede matarse, porque aquí en la Cuarta Dimensión, puede matarse si continúa así como va. De manera que, por favor le pido que ande con juicio”. “¡Ay, le dije, tiene usted razón”. Entonces seguí viajando con ella y llegamos a Nueva York.
Allá, sobre un apartamento, en un rascacielos, nos aguardaba otro caballero que también estaba aprendiendo a manejar los estados de Jinas. Al llegar nos saludamos, pues me lo presentó la dama aquella. Nos hicimos amigos y entonces ya no solamente me tomó a mí bajo su responsabilidad, sino a él también.
La dama dijo: ¡Vamos a atravesar el océano! Pensé: ¿En carne y hueso, a esas horas de la noche, y atravesando uno el océano Atlántico? Por un instante, en cuestión de segundos, acudió a mí una idea: ¿Qué tal si nos saliéramos en estos momentos de la Cuarta Dimensión, aquí, en medio del océano? Si perdiéramos el estado de Jinas, ¿cómo quedaríamos allí, a esas horas de la noche y en mitad del océano Atlántico, rumbo a Europa?
Bueno, seguimos viajando, hasta que llegamos a las playas de Europa. En aquella época, estaba la segunda guerra mundial.
Bueno, de ahí pasamos hacia algunas tierras de Europa, se veía la barbarie de la segunda guerra, que era pavorosa. Entonces el amigo aquel me dijo: Aquí tenemos que andar con mucho cuidado, porque vamos metidos dentro de la Cuarta Dimensión y no llevamos documentos de ninguna especie, ni pasaportes, ni ninguna de esas cosas que se usan en el mundo de tres dimensiones. Si desgraciadamente llegamos a perder aquí el estado de Jinas me dijo, caeremos en estas tierras y aquí, o nos meten a la cárcel, o nos fusilan. Estamos en plena guerra mundial, aquí perdemos la vida; tenemos que ser muy cuidadosos.
P.- ¿Y depende de uno mismo, el no perder ese estado de Jinas?
R.- Si, depende de uno tener cierto cuidado, sobre todo al acercarse donde hay puntas de acero, objetos metálicos, de hierro, etc., porque es muy peligroso.
Entonces le dije al amigo: Bueno, marchemos con cuidado. La dama aquella, que me conducía, entró a una casa de Europa, donde aguardaba otra persona, la aguarda a ella. Nosotros dos nos quedamos ahí, platicando un poco. El me dijo: No se que veo dentro de ti, pero en ti hay un poco de ciencia, otro poco de filosofía y bastante de magia. En eso tiene tú razón, le dije; yo soy Samael Aun Weor.
Aguardamos que la dama aquella sacara a otra persona que estaba esperando allí, una humilde modista que estaba estudiando las Ciencias Jinas. Aguardamos pacientemente, hasta que la sacara, y salió ella también. Después de eso, continuamos nuestro viaje y fui a donde tenía que ir: a un lugar secreto de la vieja Europa. Llegué a donde tenía que llegar, y después de haber estado donde tenía que estar, entonces, de regreso, volvimos nosotros a la casa y me acosté en mi cama, después de ese viaje extraordinario.
P.- El tiempo de la Cuarta Vertical, ¿cómo se compagina con el de la tercera? ¿Se le va la noche en ese viaje?
R.- Pues, francamente, no tuve el cuidado de haber mirado el reloj. En medio de ese experimento, uno no se acuerda del relojito, se olvida uno. Unicamente pensé que el viaje fue largo y que fue maravilloso, muy maravilloso.
También pude evidenciar que lo principal es la fe; por esto: en cierta ocasión estábamos nosotros en una casa, en un pueblo de clima cálido, y como era clima muy cálido, pues ahí la maestra Litelantes se acostó en su lecho y yo me acosté, sencillamente, en el mero piso, en el suelo, para hacer mis experimentos Jinas. Unicamente puse una almohada en el piso, ni siquiera estera, porque el calor era insoportable. Quería recibir algo de frescura en el piso. Ustedes saben que en tierra caliente es así. En climas muy cálidos, busca uno el piso y consigue algo de frescura.
Bien, me dediqué a mi trabajo de concentración: vigilando el sueño cuidadosamente y aprovechar así que surgieran los primeros detalles del sueño, para poder levantarme y agarrar la Cuarta Vertical.
La maestra Litelantes me observaba desde su cama, pues estaba despierta. Yo no agarré completamente el estado de Jinas, en ese momento, porque me faltaba sueño o lo que sea, pero sí estaba lleno de fe.
Me levanté del piso, en donde estaba acostado, lleno de fe, y dije: Voy para la calle. Cuando ella vio que iba para la calle, ni siquiera en piyama, sino en calzoncillos y la camisill, dijo: ¿Pero cómo se va a levantar este hombre en paños menores y salir así a la calle? Entonces, inmediatamente, se lanzó a la puerta: ¡Un momento!, ¿para dónde va usted?” Pero como en ese momento estaba yo, pues, lleno de fe, abrí la puerta y hasta le di un empujón. Entonces abrí la puerta y salí, y al salir, enfrente había una cantina y la calle estaba llena de gente, porque no era tarde, ella dijo: A este hombre lo va a agarrar la policía y lo va a meter al bote.
Sí señor: salí. Ella se asomó, llamándome: ¿Para dónde va, cómo se va a ir así? Yo iba para donde iba, lleno de fe, y eso es todo. De que podía, podía. Porque tenía que poder; sencillamente, porque tenía que poder.
Caminé una cuadra y ella me estuvo mirando, hasta que a la cuadra me le desaparecí. A la cuadra di el salto, pero con una fe absoluta, y era tan tremenda la fe, que agarré la Cuarta Vertical y fui a donde tenía que ir, a cierto lugar, donde tenía que ir. Floté por encima de aquella ciudad, aquel pequeño poblado, y me dirigí a donde tenía que ir.
Cuando ella vio que me desaparecía, dijo: Voy a cerrar la puerta; ya, a este hombre, quizás qué le pasará. Cerró la puerta, trancó. Era una de esas trancas antiguas algo burdo, pesado. Al rato, como a la hora, ella se asombró cuando me vio otra vez acostado. Cuando yo regresé, no importó que la puerta estuviese cerrada. Como venía por entre la Cuarta Vertical, atravesé la puerta. Así, con la puerta cerrada, atravesé la puerta.
Pero fíjense ustedes cómo agarré el estado de Jinas: ni siquiera había sueño en ese momento, sino pura fe, nada más que una fe absoluta, sin una pizca de duda. Para hacer una cosa de esas, se necesita alguna de estas tres cosas: o estar en estado de éxtasis, o embriagado por la sabiduría, o estar loco.
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