El Santo ocho
Mediante el Santo Ocho, signo sagrado del infinito, cualquier CHELA a condición de una conducta recta, puede ponerse en contacto directo con esta organización secreta.
El Santo Ocho trazado horizontalmente, es fuera de toda duda, una viviente CLEPSIDRA.
Si se considera íntimamente la extraordinaria formación de este maravilloso signo, resalta a todas luces la continuidad de un mismo trazo, que cierra un doble circuito en el primer rasgo, mientras en el segundo, sólo cierra uno, desviándose en el otro para proyectarse hacia afuera después de cortar el signo en el punto mismo de su cruzamiento central.
Uno cierra y el otro abre. Es, pues, esta llave la requerida para abrir todas las puertas y cortar todas las corrientes formadas por la energía atómica, desde la que hemos imaginado y depositado en el fondo de la conciencia, hasta la originaria de todas, la cual circula en la misma forma, en el centro vital de la NOVENA ESFERA
Ahora bien, salvar con estos recursos los riesgos propios de toda experiencia astral y obtener una salida AUTO-CONSCIENTE y rápida, es, entre otras, una razón más que suficiente para que la orden Sagrada del Tibet pueda enfatizar su lema: «NADA RESISTE A NUESTRO PODER».
De acuerdo con la descripción anterior se insinúa el siguiente ejercicio:
1º Quietud y silencio mental.
2º Imaginar vivamente el Santo Ocho.
3º Meditar profundamente en la Orden Sagrada del Tíbet.
4º Tal signo, junta o separa todos los elementos regidos por la energía atómica, si se traza con los dedos medio, índice y pulgar de la mano derecha, sobre la superficie del Plexo Cardíaco.
Amad el Santo Ocho, veneradlo, concentraos hondamente en él. Dicho número viene a ser así un claro emblema de aquel Mercurio Filosófico verdadera encarnación de HERMES con el cual el INICIADO debe trabajar en el MAGISTERIO DEL FUEGO.
Meditad en el signo sagrado del infinito, perfecta representación del nexo viviente que enlaza sabiamente los dos mundos divino y material, que manan respectivamente, de las aguas de arriba y de las de abajo, del espacio producido en la segunda fase de la creación, y que por último se unen en el foco central interno de la conciencia individual, como vehículo, canal y medio de expresión del uno en el otro.
Concentraos profundamente en el Santo Símbolo, en el Ocho inefable, en esa doble corriente de fuego y agua que se entrecruzan sabiamente en la NOVENA ESFERA dentro en las entrañas vivientes de la tierra.
Recordad la noble figura Alquímica de Basilio Valentino, variación resplandeciente del Caduceo, símbolo sacratísimo del Mercurio de los Sabios, en el que se unen las activas propiedades del AZUFRE con la maravillosa fecundidad productora de la sal, para realizar sabiamente el místico connubio de dos luminares en tres mundos.
Que haya profundidad en vuestra concentración, Meditad en la Orden Sagrada del Tibet. Evocad esos Ocho KABIRES o KABIRIM del Signo del Infinito; esos Ocho Hermanos; Semíticas Divinidades inefables cuyo culto y misterios pasaron después a los griegos y romanos, hallándose su centro especial en SAMOTRACIA.
Considerados esos Dioses Santos como los hijos de Efestio o VULCANO y de una bella hija de PROTEO, aparecen nacidos del FUEGO SAGRADO que se desarrolla y desenvuelve dentro del interior de la tierra. Son, pues, estos Ocho Hermanos los Rectores de la Naturaleza; los generadores de los fenómenos vitales, los reguladores de todas las actividades fundamentales del organismo planetario en que vivimos.
Meditad y orad; permaneced alertas y vigilantes como el vigía en época de guerra y no caigáis en tentación. Que el Santo Ocho inefable y terriblemente divino se sumerja como un bálsamo precioso dentro de vuestro dolorido corazón y que los Ocho Kabires guíen vuestros pasos hacia la Orden Sagrada del Tibet.
Corresponde al CAPITULO 6 del libro Mi Regreso al Tibet del Maestro Samael Aun Weor
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