Los Jinas

Los jinasSi enfrentamos, a campo-través, la historia de los Jinas, hallaremos en el Tíbet Oriental a Milarepa, venerabilísimo y exorable Maestro, ínclito tahar que como cualquiera de los sesenta ancianos de Moctezuma, sabía levitar en la Cuarta Dimensión.

Perfecto adepto de mágicas facultades, tuvo la gracia de poder atravesar y visitar innumerables Paraísos Sagrados y Cielos de los Budas de Compasión, donde por la virtud de sus omniabsorbentes actos y extraordinaria devoción, los Dioses que rigen esos dichosos lugares le favorecieron, permitiéndole expresarse acerca del Dharma.

Jesús, el Gran Kabir, sumergido con el cuerpo físico dentro de la Cuarta Vertical, caminó sobre las aguas del mar y esto lo saben los divinos y los Humanos. Incuestionablemente, es Felipe el Apóstol Divino del Rabí de Galilea el Bendito Patrón de los Estados de Jinas.

Es pues el caso que pasando mi vida en tantas ocupaciones, hube sin embargo de investigar a fondo los Estados de Jinas. Mirad, señores, si era razón que las razones de este capítulo nos admirasen y alegrasen, cuando pudimos experimentar en forma directa la existencia real de tierras y gentes Jinas.

Causará asombro que en el primer tercio del siglo XVIII, cuando ya no reinaban los supersticiosos Felipes, el mismísimo Don Juan de Mur y Aguirre, antes Gobernador de San Marcos de Arichoa, en el Perú, creyera a ciegas en la existencia de múltiples islas misteriosas por todos los mares del mundo.

Ello se debió a que desde La Gomera y La Palma, enviaban informes más o menos fantásticos al General y a la Real Audiencia, sobre las repetidas apariciones de las soñadas islas, informes que produjeron dice Viera nuevos accesos de fiebre de lo maravilloso en los ánimos, moviéndolos a intentar por cuarta vez el descubrimiento de la isla NonTrabada.

Lo cierto es que la NonTrabada o Encubierta, no se ha vuelto a ver por los mortales desde el siglo XVIII hasta la fecha, porque el escepticismo agresivo que viene reinando en el mundo desde la enciclopedia, no merece otra cosa sino que se haga más tupido y denso el Velo de Maya que a semejantes misterios etéreos, o de la Cuarta Dimensión, recubren.

La isla NonTrabada o Encubierta, mas generalmente conocida por San Borondón dice Benítez en su Historia de las Islas Canarias, es uno de aquéllos países encantados que han preocupado a los modernos, otro tanto que el Vellocino de Oro a los antiguos. Y a fe que tenían poderosas razones para ello, porque efectivamente, desde las islas de La Palma, Gomera y Hierro, se solía ver al Oeste Sur Oeste de la primera, y al Oeste-Noroeste de la última, corriendo en dirección Norte a Sur, una como tierra montañosa, que según el cómputo más generalmente admitido, distaría 40 leguas de La Palma, y que podría tener no sabemos cómo se mediría unas 87 leguas de largo por 28 de ancho, y que, pues a veces se veía desde el Suroeste de Tenerife, podría estar a los 28° y algunos minutos de latitud Norte”.

El día 3 de abril de 1.570, el doctor Hernán Pérez de Grado, Primer Regente de la Audiencia de Canarias, libró una provisión encomendada a las islas de La Palma, Gomera y Hierro, a fin de que hiciesen una averiguación exacta con cuantas personar hubiesen observado la aparición de semejante tierra, o que por otro cualquier conducto, tuviesen pruebas de su existencia.

Por virtud de semejantes información, depuso en La Palma el piloto portugués Pedro Vello, natural de Setúbal, quien dijo que, a causa de una tempestad, desembarcó en la isla Non-Trabada con dos de su equipaje, y allí contempló tales y cuales maravillas, fenómenos extraordinarios, huellas de gigantes, etc. Luego, al amanecer, se nubló el cielo, sopló horrísono el huracán, y él, temiendo perder su navío, se volvió a bordo más que de prisa”.

Al instante de zarpar, perdieron de vista la tierra, y luego que éste cesó trataron de tornar a ella, siéndoles de todo punto de vista imposible el descubrirla, por lo que quedaron muy contrariados, especialmente por dos hombres de la dotación que habían quedado abandonados en la espesura de la selva. Esta verdadera Historia Jinas, que aquí a vuestras mercedes se representa, es sacada al pie de la letra de entre viejos cronicones.

Dicen antiguas tradiciones  por cierto muy respetables que durante la Edad de Oro del Lacio y de la Liguria, el Rey Divino Jano o Saturno I.A.O., Baco, Jehováh  imperó sobre aquéllas santas gentes, tribus arias todas, aunque de muy diversas épocas y orígenes. Entonces, como en igual época del pueblo hebreo, podía decirse que convivían, felices, Jinas y hombres.

La Jana, Yana, Gnana o Gnosis, no es sino la Ciencia de Jano, o sea, la Ciencia del Conocimiento Iniciático, la Ciencia de “Enoichion” o “del Vidente”, y las variantes de su nombre son tales que hay en cada lengua una, tales como las de Jan, Chhan o Kan, Dan, Dzan, Djan, Jain, Jian, Ioan, Kwan, Swan, Thanos, Thoan, Chohan, etc., todas equivalentes a la más sublime concepción de un Espíritu Planetario, un Nazada o un Kabir, en el sentido más completo de la palabra.

Para mí la Ciencia Jina no es opinión, si no verdad asentada, y si queréis que os la muestre con la experiencia vivida, escuchad con paciencia el subsiguiente relato. Treinta veces había visto caer las hojas de otoño, en mi presente re-encarnación, cuando hube de trabajar consciente y positivamente con la Doctrina de los Jinas, o de Jano. Cualquier noche de maravillas, Litelantes mi sacerdotisa-esposa, me hizo sublime invitación.

Encontrábame reposando en el tálamo nupcial, con el cuerpo relajado, boca arriba, en decúbito dorsal. Debo aseverar, con cierta solemnidad y para bien de la Gran Causa, que en esos instantes me hallaba en estado de alerta novedad, de alerta percepción; dormitaba, atento y vigilante, como el vigía en época de guerra. Obviamente anhelaba, con sed infinita, algo extraordinario.

Después de las consabidas invocaciones de rigor, sentí como si otro ser humano se posase sobre mi relajado cuerpo, exactamente sobre aquellas cobijas, frazadas o zarapes que deliciosamente me protegían del frío de la noche. Incuestionablemente, era Litelantes. La reconocí por la voz, cuando en forma vehemente me llamara con mi nombre de pila. Ostensiblemente, aquella Dama Adepto, mediante la ayuda extra de algunas gentes Jinas, había conseguido meter su cuerpo físico dentro de la Cuarta Dimensión.

¡Vamos me dijo, vamos, vamos! y yo, que con ansia infinita siempre había aguardado este instante, presuroso me levanté del lecho. Resulta palmario y evidente que al levantarme así, ayudado, de hecho atravesé la barrera de la velocidad de la luz, quedando entonces de pie junto al lecho de penitente y anacoreta, con el cuerpo físico bien sumergido dentro de la Cuarta Dimensión.

Cualquier gnóstico sincero podría ciertamente hacer lo mismo, si en instantes de empezar a dormitar, se concentrara intensivamente en su Divina Madre Natura particular, individual. Una fórmula mágica, muy especial, es la siguiente:

Creo en Dios, Creo en mi Madre Naturaleza y Creo en la Magia Blanca. ¡Madre Mía: Llevadme con mi Cuerpo. Amén! Millares de veces se reza esta oración, en instantes de querer dormitar. Empero, conviene no olvidar aquél dicho vulgar que reza: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Muy ligeramente adormecidos, levantaos del lecho, suplicando, y luego saltad con la intención de flotar en el ambiente circundante.

Tened fe como un grano de mostaza, y moveréis montañas. Si no lográis flotar, meteos nuevamente dentro de vuestra cama y repetid el experimento. Muchos triunfan de inmediato y otros tardan meses, y hasta años enteros, para lograr su entrada en los Paraísos Jinas. Después de esta pequeña, pero importante digresión de tipo indicativo, continuemos con nuestro relato:

Salí de mi recámara, con paso firme y decidido; atravesé un pequeño patio, me dirigí a la calle. Cediéndome el paso con mucha reverencia, cierto grupo de damas muy ancianas, se inclinó reverente, ante mi insignificante persona que nada vale, agradecí su especial deferencia.

Salí de la ciudad, seguido muy de cerca por aquél grupo de gentes Jinas. Me dirigí hacia las montañas vecinas. Sentí como si me hubiera hundido en un remoto pasado sub-lunar, antiquísimo; comprendí que había penetrado en el Cosmos Inferior.

Se me sometió a pruebas de valor, haciéndome pasar por encima de profundos precipicios. Flotando en el ambiente circundante de la Cuarta Vertical, acompañado por Litelantes y toda la comitiva de gentes Jinas, atravesé el borrascoso océano y llegué a cierto lugar secreto de la vieja Europa. Penetré, valerosamente, en cierto castillo donde hube de contemplar, con asombro, un extraño símbolo bajo el cual había un crucifijo.

El regreso a mi mansión fue relativamente fácil, pues es ley, en la Cuarta Dimensión, que todo regresa a su punto de partida original. Litelantes y yo comentamos muy alegremente todo esto. Obviamente, habíamos logrado un triunfo maravilloso. Días después, continuamos con estos experimentos, aprendimos a meter el cuerpo físico dentro del Cosmos Superior. Hoy, por experiencia directa, sabemos que con la ayuda de la Madre Divina Kundalini, podemos poner el cuerpo físico en estado de Jinas, para viajar por entre el Cosmos de Arriba.

Samael Aun Weor

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