Naci con cuerpo astral
Mi caso particular fue ciertamente extraordinario. Debo afirmar específicamente que yo nací con Cuerpo Astral.
En forma magnífica lo había fabricado antes de nacer, en antiquísimas edades de un antepasado Mahanvantara, mucho antes de que rayara el alba de la Cadena Lunar.
Restaurar los poderes ígneos en el redicho cuerpo sideral ciertamente era para mí lo más importante; así lo comprendí antes de solicitar al Logos del Sistema Solar el ingreso a la Tercera Iniciación del Fuego.
No está demás decirles a mis lectores muy amados, que el Gran Ser, después de otorgarme lo pedido, dictó especial providencia auxiliándome.
De esto podréis colegir que me fue dado cierto especialista en el tercer grado de poder del fuego.
Aquel Gurú-Deva cumplió su misión dirigiendo la tercera serpiente ígnea por el canal medular en el Cuerpo Astral.
Litelantes y mi insignificante persona que nada vale, percibíamos con el sexto sentido al especialista astral que durante la cópula metafísica nos auxiliara.
El despertar del fuego en el cuerpo astral es siempre anunciado con un relámpago terrible en la noche.
Confieso francamente y sin ambages, que durante el trabajo esotérico con el tercer grado de poder del fuego, hube de vivir en forma simbólica el drama cósmico. Vivir todo el Drama del Cristo en el Mundo Astral, es fuera de toda duda algo que nunca podría ser olvidado.
Conforme el tercer grado de poder del fuego se desarrolla y desenvuelve armoniosamente en el Cuerpo Astral, los diversos acontecimientos del Drama Crístico devienen abiertos.
Terrible resulta aquel instante en que Longinus simbólico, clava en el costado del Iniciado la lanza sacra, el emblema extraordinario de la fuerza fálica. Cuando yo fui aprobado secretamente por cierta potencia sideral, los tenebrosos adeptos de la mano izquierda me atacaron llenos de grande odio.
Dentro del Santo Sepulcro hube de permanecer astralmente por espacio de tres días antes de la resurrección simbólica. El descenso a la obscura morada de Plutón fue indispensable, después de todo el proceso simbólico resurectivo.
Recapitulaciones tenebrosas hube de iniciar entre las entrañas más profundas de la tierra; allí donde el Dante Florentino encontrara la ciudad de Dite. Recapitular antiguos errores abismales suele ser útil cuando se trata de disolver el ego.
“¡Soy un Santo!”, exclamé ante un grupo de damas elegantes que tenebrosas tomaron asiento en suntuoso salón abismal. Aquellas mujeres se rieron de mí burlándose de buena gana, a tiempo que con cierto mohín muy provocativo repetían irónicamente: “¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!”
Tenían razón esas desdichadas criaturas. En aquella época todavía no había disuelto el ego, era un boddisattwa caído. Ascensión simbólica, iniciática, instructiva, empero diferente a la Ascensión Logoica de la Tercera Montaña.
Diecinueve días después de haber iniciado la marcha ascendente abismal, los Adeptos de la Fraternidad Oculta eliminaron de mi bajo vientre cierta capa o substancia atómica a la piel del organismo humano. Tal capa es como una gran puerta que da acceso a los bajos fondos abismales.
Recordando antiguos errores de anteriores reencarnaciones, hube de pasar a los treinta y tres días por un acontecimiento insólito, inusitado. Tres de los cuatro estados de conciencia hubieron de ser sometidos a la prueba del fuego. Salí victorioso en la difícil prueba. Incuestionablemente en la "Senda del Filo de la Navaja" debemos ser probados muchas veces.
El simbolismo hermético de la citada prueba esotérica fue muy interesante, tres doncellas muy serenas entre el fuego. ¡Victoria! fue el resultado. Treinta y siete días después de haber iniciado revisiones abismales, hube entonces de estudiar en forma directa las doce constelaciones zodiacales, bajo cuya regencia evolucionamos e involucionamos constantemente.
El final de todos los procesos relacionados con la Ascensión, es siempre anunciado por cuatro ángeles que vueltos hacia los cuatro puntos cardinales del planeta Tierra hacen cada uno sonar su trompeta. Dentro del templo se me entregó la blanca paloma del Espíritu Santo como diciéndome "Trabajad intensamente en la Novena Esfera" si es que queréis encarnar en ti mismo al Tercer Logos. Todos esos procesos de la Ascensión concluyeron a los cuarenta días.
La ceremonia final se realizó en el mundo causal; lo que entonces sentí y vi fue ciertamente extraordinario. El Gran Iniciador fue entonces Sanat Kumará, el fundador del Gran Colegio de Iniciados de la Venerable Logia Blanca. En el Altar con la caña de siete nudos en su potente diestra, aquel Gran Ser resplandecía terriblemente divino.
Doctrina Gnóstica de Samael Aun Weor
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